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sábado, 18 de agosto de 2012
domingo, 12 de agosto de 2012
LA GESTIÓN DE LA INCOMUNICACIÓN EN ORGANIZACIONES SANITARIAS; FACTOR GENERADOR DE CONFIANZA.
Desde que era muy pequeño tuve un
especial interés en poder conocer, analizar y comprender, los elementos que
intervienen en el proceso de comunicación verbal y no verbal entre las
personas. Fruto de ese entusiasmo por el conocimiento, con 18 años decidí
estudiar la Licenciatura de Publicidad y Relaciones Públicas y unos años más
tarde la Licenciatura de Investigación y Técnicas de Mercado. Descubrir las
particularidades del ser humano en su dimensión individual y en el contexto
social me sigue pareciendo apasionante. Somos seres sociales llenos de
elementos que nos definen como seres únicos.
Evidentemente, dentro de esta
dicotomía había un aspecto del que hablábamos poco y sin duda era tremendamente
interesante. Si estudiamos la comunicación entre personas, organizaciones,
colectivos, por qué no analizamos el proceso de incomunicación que en muchas
ocasiones aparece en dicho proceso. Pues eso hice.
Podemos focalizar nuestro
análisis en cualquier sector empresarial. Yo he preferido centrarme en el
sector sanitario, donde trabajo actualmente. Voy a desarrollarlo brevemente con
algunos ejemplos cotidianos.
Éstos son los 5 casos de incomunicación
más habituales en una organización sanitaria:
Cuando acuden a nuestro centro pacientes que
desconocen nuestro idioma, y por lo tanto, no podemos comprender al 100% la
complejidad de sus necesidades, sus emociones, prejuicios y experiencias
anteriores. Muchas compañías apuestan por la figura de intérpretes que
faciliten la comunicación entre el profesional y el paciente, o el teléfono de
información de idiomas que facilitan algunas administraciones en España. Si el
intérprete es del país de origen del paciente, mucho mejor. Elemento clave de
confianza cuando hablan el mismo dialecto.
Pacientes que tienen una discapacidad física que
les limita en su diálogo o en la interactividad con el personal sanitario.
Situaciones donde el paciente tiene sordera, ceguera o en la que alguno de
estos sentidos se encuentra muy limitado. Muchos centros sanitarios han
resuelto esta carencia del paciente, contratando personal de apoyo que acompaña
al paciente durante su estancia en el centro, o incluso personas que conocen el
lenguaje de signos, en profundidad. Es necesario reflejar que muchos de estos
pacientes que acuden a nosotros, no tenían esta discapacidad cuando nacieron,
por tanto, debemos realizar un mayor esfuerzo con ellos. Son personas
enormemente sensibles.
Cuando la señalización de ubicación de consultas
externas, zonas de pruebas, etc, no ayuda al paciente a moverse con facilidad
por nuestras instalaciones. Puede deberse a una mala planificación por parte de
la compañía, que debe ser resuelta con celeridad. Puede dañar la imagen de la
institución. Los hospitales de nueva creación han resuelto bastante bien este
punto.
Factor cultural y religioso. Cada vez, recibimos
más pacientes extranjeros y ello conlleva muchas veces que sean personas de
diversas creencias religiosas. Cada religión con su particularidad. En este
punto, la figura del Trabajador Social es un elemento integrador clave entre el
paciente y los servicios del centro sanitario, ya que será conocedor de la
historia de vida y necesidades de la persona.
El quinto punto es especialmente importante.
Aquí somos responsables los profesionales sanitarios que debemos adaptar nuestro
mensaje al usuario de la sanidad que tenemos a nuestro lado, buscar esa
cercanía, esa comprensión que nos facilite poder empatizar, huyendo en
ocasiones de complejos tecnicismos que puedan poner nervioso al paciente,
incluso provocándole desconfianza. Una mala gestión en este punto puede
provocar que el paciente busque soluciones en profesionales de otros centros
sanitarios.
Todos hemos
vivido situaciones así en nuestra vida.
Adecuar nuestro lenguaje,
nuestros mensajes, y todos los elementos que participan en la comunicación con
los pacientes, es una necesidad y una obligación que tenemos los profesionales.
La Dirección de cualquier compañía debe planificar de forma activa este punto y
facilitar una excelente formación de sus profesionales en estos aspectos. Lo
conseguiremos si nuestro punto de partida es la escucha activa preguntando el
cómo y qué necesita ese ciudadano que acude a nosotros.
Trabajar en equipo entendiendo la
comunicación y la incomunicación que aparece en nuestro día a día, es el factor
decisivo para la gestión de la confianza con los pacientes.
Somos
personas que trabajamos para personas.
Vicente
Cervera de Rosa
Técnico de Comunicación y Marketing
del Hospital de Torrejón.
domingo, 5 de agosto de 2012
NO NOS CONFUNDAMOS: LA UNIVERSALIDAD NO ES “BARRA LIBRE”
Querido amigo Pedro
Has abierto con tu REFLEXIÓN un
debate en el blog que está muy de actualidad dada la situación económica actual
y las decisiones políticas que se vienen tomando.
La protección social en España es
una conquista social de hace muchos años. No creo que nadie discuta ni se
quiera plantear hoy en día que esto es un valor de nuestra nación que hay que
defender. Y viene desde el franquismo, pues es en ese periodo de nuestra
historia donde se crea la protección sanitaria a los trabajadores, y con ello
las grandes ciudades sanitarias, y se funcionariza a los profesionales, entre
otras cosas.
Pero la protección social tiene
muchas vertientes que van desde la cobertura en caso de desempleo, jubilación,
asistencia sanitaria en caso de necesidad, atención a los mayores, dependencia,
etc.
El problema no es de filosofía o
creencias, como a veces se quiere hacer pensar. El problema es una cuestión
financiera de mantenimiento de un sistema sanitario que difícilmente se
sostenía hace ya más de 30 años. Cabe recordar aquí el informe Abril, que ya
quería plantear soluciones a esta agonía.
Pero ese era un problema que
nadie quería sacar a luz pública pero que en privado todos los políticos y
profesionales sabían que estaba ahí. Pero como todos tenían responsabilidad
sobre el mismo en uno u otro sitio de nuestra geografía, y como la economía
permitía taparlo, íbamos tirando.
El problema es que ahora no se
puede tapar y que las decisiones de eficiencia deben tomarse, pero que hay que
hacer cirugía porque si no el enfermo se muere. Por otra parte, dada la cultura
de nuestro país, estoy llegando a pensar que tal vez la presión económica sea
el gran motivante para trabajar en eficiencia. Vamos, “que nos pongamos las
pilas”, como se dice vulgarmente.
Durante más de diez años he sido
consultor sanitario. Creeme Pedro, la idea general era no tocar nada pues funciona,
y no se asumían riesgos para la mejora de la eficiencia. Casos excepcionales
los hay, claro. Gracias a los cuales hoy estamos un poco mejor.
Y dirás que donde está la
Universalidad en mi reflexión. En todo ello. La universalidad no debió ser
nunca interpretada como “de todo para todos”. Porque eso no es socialmente
justo. El derecho a la asistencia sanitaria es un derecho fundamental para los
españoles. Insisto, para los españoles, no para todo el universo. Esto es
importante, pues al margen del factor humano y la ética profesional, la
realidad es que un sistema sanitario que trabaje desde el rigor, debe dejar
claro quiénes son sus beneficiarios y descartar a los que no lo sean, por justicia social. Y para
atender a aquellos que no entran dentro de ese universo de españoles y, si hay
un problema humanitario, deben instrumentarse otras vías de atención o de
financiación de esa actividad (asociaciones, fundaciones, ONG´S…). “No
mezclando las churras con las merinas”
Llevo muchos oyendo lo mismo. La
salud no es un negocio (eslogan muy bien pensado para los intereses que
pretende, por cierto). Y estoy completamente de acuerdo. Otra cosa
es la sanidad. Sin dinero no hay sanidad. Nos pongamos como nos pongamos. Y los
recursos son siempre escasos, y deben ser bien utilizados, con crisis o sin
ellas. Y partir de una universalidad eficiente es fundamental.
Hablas de la dependencia. Durante
unos años he trabajado la asistencia social, poniendo en marcha servicios y
residencias para la tercera edad allí donde más falta hace: en los pueblos. He
visto mucho fraude Pedro. Y muchas “burradas”. He peleado personalmente porque
algunas personas que si necesitaban protección la tuvieran. El sistema de
protección social está muy lejos de ser justo, y mucho menos eficiente. Este es
un largo debate que si te interesa lo pondremos encima de la mesa.
La ley de dependencia fue un
fraude social, una estafa, pues nos vendieron algo muy bonito pero que no
estaba respaldado por presupuestos, por dinero. Y sin dinero no hay nada que
hacer. Salvo que encuentres gente que
quiera trabajar gratis y proveedores de materiales, equipos, etc que no quieran
cobrar.
El gran avance de aquella ley,
como tu apuntabas, era que se pagaba dinero a los cuidadores de los
dependientes. No lo entiendo y eso no puede funcionar. No hay ser humano que
aguante 24 horas al día, 7 días a la semana
y 365 días atendiendo a un dependiente. Entraríamos en la necesidad de cuidar
al cuidador. Y tampoco creo que sea la mejor atención que se les pueda dar a
nuestros dependientes.
Pero ese es otro debate, pero mi
reflexión en este aspecto está basado por pelear soluciones a casos reales que
venían a buscar mi ayuda y apoyo. Algo que me llenaba de orgullo y satisfacción
interior, por cierto.
Un abrazo amigo
Antonio Burgueño Jerez, Jefe de Desarrollo y calidad de Ribera Salud. Patrono Fundación Humanismo y Eficiencia
domingo, 29 de julio de 2012
¿Sanidad Universal?
El cambio sustancial se produjo con la mera lectura del R.D. 63/1995, de 20 de enero, sobre ordenación de prestaciones sanitarias del Sistema Nacional de Salud, ya desde su Exposición de Motivos, donde textualmente dice:
“A) La universalidad del derecho a la asistencia sanitaria en todos los casos de pérdida de la salud.
B)...la garantía de la igualdad sustancial de toda la población en cuanto a las prestaciones sanitarias y a la inexistencia de cualquier tipo de discriminación en el acceso, administración y régimen de prestación de los servicios sanitarios.”
Desde el punto de vista jurídico, con la Ley General de Sanidad, la asistencia sanitaria deja de ser una prestación contributiva del Sistema de Seguridad Social para convertirse en un derecho de todos los ciudadanos residentes en España.
Los servicios sanitarios resultan imprescindibles para dar respuesta a los problemas de salud de la colectividad, pues consiguen atenuar los perjuicios de las enfermedades y permiten que se pueda recobrar la salud perdida y mejorar la calidad de vida de las personas enfermas. Pero me pregunto si realmente existe una cobertura ¿universal?
Acabamos de ver como se ha disminuido la prestaciones en medicamentos para los pacientes, se han eliminado fármacos imprescindibles, afectando más a los pacientes crónicos e inmovilizados. Ejemplo de ellos están los conocidos Omeprazol, Fortasec, Almax, Voltaren, Inacid, numerosas presentaciones de Acetilcisteina y Mucosan, entre otros. Y me vuelvo a preguntar ¿Universalidad?
Seguimos viendo recortes dentro del sistema sanitario, ley de dependencia.
La Ley de la Dependencia introdujo la figura del cuidador familiar, al que el Estado incluye en la Seguridad Social y le paga las cuotas. Además, según el grado de dependencia de la persona con discapacidad al que cuida, se le asigna una prestación monetaria mensual, que puede ser en torno a los cuatrocientos euros.
En la actualidad, aluden que la ley de dependencia no ha creado empleo de cuidadores profesionales, sino que el dinero se lo administraba a las propias familias. Para ello, han modificado (y personalmente de una manera correcta) unos requisitos que deben de cumplirse para conseguir la ayuda prestada. Son las siguientes:
- Aportar documentación y reunir condiciones.
- Acreditar la convivencia con el dependiente.
- Compromiso de estar dispuesto a recibir la formación que le ofrezca la Administración.
- Acreditar un horario de trabajo compatible con el cuidado de la persona dependiente.
- Compromiso de permitir el acceso al domicilio de los servicios sociales de la Administración, para hacer el correspondiente seguimiento.
Pero hay una parte donde ya han tocado el buen camino que llevaban y ha sido prolongar el tiempo de resolver casos de 6 meses a dos años. Esto conlleva a que la gran mayoría fallezca antes de tener la ayuda que realmente necesitan. Vuelvo a preguntarme ¿Universalidad?
Realmente creo que en muy pocos años vamos a dejar de ser ese País donde la Sanidad era envidiada por todos los países. Tenemos la obligación de ser conscientes de nuestra situación económica y ser profesionales eficientes, conseguir los mayores beneficios al menor coste posible. Pero siempre de una forma correcta. Los modelos de gestión pública en muchas ocasiones se encuentran inmersos en agujeros negros donde se pierden mucho dinero, dinero de todos. Se debe promover un cambio en la gestión que permita utilizar los recursos necesarios para abordar la Sanidad Española de la forma más sana posible. No podemos permitir que los recortes afecten a la pérdida del estado del bienestar.
¿Seguimos recortando en servicios y prestaciones? O ¿nos ponemos a gestionar de una manera eficaz nuestro valioso sistema sanitario?
Bibliografía
- El derecho a la asistencia sanitaria en España dentro de territorio nacional: regulación, sistema de financiación y administraciones competentes [Internet] España. M. ª Pilar González de las Heras 2004. [Consultado el 17 de julio de 2012] Disponible en:
- Proyecto de Resolución de junio de 2012, de la Dirección General de
- Cartera Básica de Servicios del Sistema Nacional de Salud y Farmacia, por la que se procede a la actualización de la lista de medicamentos que quedan excluidos de la prestación farmacéutica en el Sistema Nacional de Salud.[Internet] España. Carlos lens Cabrera [Consultado el 17 de julio de 2012] Disponible en:
- Proyecto de Ley General de Salud Pública. [Internet] España Marzo 2011. Varios autores. [Consultado el 17 de julio de 2012] Disponible en: http://www.congreso.es/public_oficiales/L9/CONG/BOCG/A/A_115-01.PDF
Pedro
José Soriano Martin Enfermero de Atención continuada en departamento Vinalopó
Salud.
domingo, 22 de julio de 2012
GESTORES SANITARIOS ENTRE LA EVIDENCIA CIENTÍFICA, LA EFICIENCIA Y LOS VALORES.
Todos los países de nuestro entorno han sufrido grandes cambios en la estructura social. A saber: la ampliación de las clases medias, el acceso masivo de la mujer al mercado remunerado, la transformación de las relaciones jerárquicas familiares, el envejecimiento poblacional, las enfermedades crónicas, entre otras, que han transformado valores considerados tradicionales.
Además, en las últimas décadas ha sido evidente el aumento de las necesidades sanitarias y, en un sinfín de situaciones personales y colectivas resulta difícil referirnos a éstas de forma exclusiva, ya que el mayor nivel cultural genera en los ciudadanos nuevas expectativas y un cambio en la vivencia de la salud y de la enfermedad, así como una nueva visión sobre los servicios sanitarios. Estos cambios no sólo han sido debidos a avances de las ciencias biomédicas, sino que también la organización sanitaria, la salud pública, las condiciones de vida y sobre todo la cultura y la educación han contribuido a su implantación. Los servicios sanitarios han de dar respuesta a nuevos deseos y expectativas, inclusive viendo los servicios sanitarios como bienes de consumo.
Para mantener la compleja estructura sanitaria debemos de preguntarnos si estamos preparados para asumir el impacto económico de la misma. Estamos obligados a la búsqueda de la eficiencia en un sistema que se mueve tomando decisiones ante la complejidad, la variabilidad, la incertidumbre, el riesgo y la oportunidad, ante alternativas diagnósticas, terapéuticas y necesidades sanitarias no siempre definidas y cambiantes.
Ya no se trata solo de ser eficaces y eficientes, sino también de saber asumir las implicaciones éticas de nuestras decisiones, incluido el haber conseguido trasformar enfermedades mortales en enfermos crónicos y dependientes, exigiendo, a veces, a la medicina un todo se puede. En la otra parte de la balanza está la evidencia de que, a pesar de los avances de la medicina, la tasa de mortalidad mundial sigue siendo del 100 por cien.
La eficiencia en los sistemas sanitarios de financiación pública, como es el español, no solo es fundamental para la viabilidad del mismo, sino que se convierte en un imperativo ético, más en un entorno donde el 40% de los costes están relacionados con la obtención de datos y gestión de la información, y donde cabe preguntarse si está garantizada toda la práctica clínica, en términos de calidad científica o si existe evidencia científica para todo cuanto hacemos. Las estancias hospitalarias inapropiadas suponen más del 25% del total y los ingresos inapropiados hasta el 27 %. Además somos el segundo país europeo en consumo de antibióticos según el Instituto Sueco para el control de las enfermedades infecciosas.
Parece que la práctica clínica basada en la evidencia científica y la búsqueda de la eficiencia deben considerarse necesarias. Pero a más de la eficiencia, la ética. La existencia de recursos sanitarios limitados plantea problemas éticos a la sociedad y a los profesionales sanitarios en relación con la interrupción o moderación del esfuerzo terapéutico. Además, la formación sanitaria tradicional no ha preparado al profesional para afrontar este tipo de problemas.
No podemos obviar que la ciencia médica y las organizaciones para la prestación de servicios sanitarios han avanzado en las últimas décadas más que en toda la historia de la humanidad y a la vez, en ninguna época como en la actual se han planteado tantos y tan complejos dilemas éticos a los profesionales sanitarios. El dilema ético en la limitación del esfuerzo terapéutico ante recursos sanitarios limitados se basa en que la utilización de ellos en un paciente, lleva implícito negarlos a otro, dada su limitación.
Pero también existe dilema ético al definir hacia donde debe ir el dinero de la investigación sanitaria pública: ¿en qué medicamentos se ha de invertir?, ¿se debe investigar en la obesidad y en su tratamiento o por el contrario debemos invertir en salud pública?, ¿invertir en transplantes o en conocer mejor la enfermedad de Alzheimer?, ¿concienciar sobre el electromagnetismo o sobre los accidentes de tráfico?, ¿investigar sobre la hormona que regula el apetito, sobre la infertilidad y la impotencia masculina o sobre otros medicamentos?, ¿Cómo se financiarán los nuevos tratamientos con terapias génicas y como se generará el debate ético sobre sus indicaciones?. ¿Qué tipo de impuestos y quién los soportará para mantener el sistema sanitario público?, etc.
Lamentablemente, la medicina actual que compagina las mayores cotas de eficacia de toda la historia de la humanidad en el tratamiento de las enfermedades y sus consecuencias, vive en un mundo en el que la queja mayor es la deshumanización. La medicina basada solo en hechos científicos resulta vacía si no se incorporan valores, en especial en la asistencia a los mayores, enfermos crónicos y otros colectivos, entendidas las necesidades en términos de calidad de vida, apoyo social y continuidad de la asistencia. Y aquí está una reflexión a los gestores sanitarios: de gestionar organizaciones sanitarias y enfermedades a gestionar necesidades de las personas enfermas.
En breve espacio de tiempo hemos pasado de la gestión sanitaria de la eficacia, a la gestión sanitaria de la eficiencia, como imperativo ético, estando en los albores de la gestión sanitaria de las voluntades, los comportamientos y los valores. Además este es un debate del que no pueden ser ajenas las Universidades y las autoridades sanitarias y sociales. La educación es un hecho y una función social que juega un rol decisivo en la incorporación de valores, saberes y técnicas de una determinada civilización y se identifica, en nuestros días como uno de los fenómenos más rentables desde el punto de vista sanitario y social.
Ante un clásico sistema sanitario y un nuevo modelo social, el abordaje del nuevo marco sanitario ha de ser multidisciplinar y no exclusivamente médico, ni hospitalario. Todos los profesionales de las ciencias de la salud han de tejer una red de servicios que tengan como centro las necesidades de los ciudadanos enfermos y de sus familias.
Virgilio sentenciaba que “la fortuna ayuda a los que se atreven”, pero ¿los Gestores de la Salud estamos preparados para ello? ¿Nos atrevemos a lidiar este cambio e ir más allá de la búsqueda de la eficiencia ? Pues bien, lideremos este cambio que pasa por poner al paciente y su entorno en el centro del amplio sistema sanitario y, a la vez garantizar la aplicación de prácticas adecuadas y eficientes, utilizando las nuevas tecnologías y la comunicación para compartir resultados. No solo será suficiente, en un futuro, ser eficientes o aportar dinero al sistema sanitario, harán falta más sensibilidades y talento social, unidos a la valentía de afrontar cambios, incluidos el del rol y perfil del gestor sanitario en el futuro.
Mariano Guerrero. Director de Planificación y Proyectos de Ribera Salud grupo y Secretario dela
Junta Directiva de SEDISA
Además, en las últimas décadas ha sido evidente el aumento de las necesidades sanitarias y, en un sinfín de situaciones personales y colectivas resulta difícil referirnos a éstas de forma exclusiva, ya que el mayor nivel cultural genera en los ciudadanos nuevas expectativas y un cambio en la vivencia de la salud y de la enfermedad, así como una nueva visión sobre los servicios sanitarios. Estos cambios no sólo han sido debidos a avances de las ciencias biomédicas, sino que también la organización sanitaria, la salud pública, las condiciones de vida y sobre todo la cultura y la educación han contribuido a su implantación. Los servicios sanitarios han de dar respuesta a nuevos deseos y expectativas, inclusive viendo los servicios sanitarios como bienes de consumo.
Para mantener la compleja estructura sanitaria debemos de preguntarnos si estamos preparados para asumir el impacto económico de la misma. Estamos obligados a la búsqueda de la eficiencia en un sistema que se mueve tomando decisiones ante la complejidad, la variabilidad, la incertidumbre, el riesgo y la oportunidad, ante alternativas diagnósticas, terapéuticas y necesidades sanitarias no siempre definidas y cambiantes.
Ya no se trata solo de ser eficaces y eficientes, sino también de saber asumir las implicaciones éticas de nuestras decisiones, incluido el haber conseguido trasformar enfermedades mortales en enfermos crónicos y dependientes, exigiendo, a veces, a la medicina un todo se puede. En la otra parte de la balanza está la evidencia de que, a pesar de los avances de la medicina, la tasa de mortalidad mundial sigue siendo del 100 por cien.
La eficiencia en los sistemas sanitarios de financiación pública, como es el español, no solo es fundamental para la viabilidad del mismo, sino que se convierte en un imperativo ético, más en un entorno donde el 40% de los costes están relacionados con la obtención de datos y gestión de la información, y donde cabe preguntarse si está garantizada toda la práctica clínica, en términos de calidad científica o si existe evidencia científica para todo cuanto hacemos. Las estancias hospitalarias inapropiadas suponen más del 25% del total y los ingresos inapropiados hasta el 27 %. Además somos el segundo país europeo en consumo de antibióticos según el Instituto Sueco para el control de las enfermedades infecciosas.
Parece que la práctica clínica basada en la evidencia científica y la búsqueda de la eficiencia deben considerarse necesarias. Pero a más de la eficiencia, la ética. La existencia de recursos sanitarios limitados plantea problemas éticos a la sociedad y a los profesionales sanitarios en relación con la interrupción o moderación del esfuerzo terapéutico. Además, la formación sanitaria tradicional no ha preparado al profesional para afrontar este tipo de problemas.
No podemos obviar que la ciencia médica y las organizaciones para la prestación de servicios sanitarios han avanzado en las últimas décadas más que en toda la historia de la humanidad y a la vez, en ninguna época como en la actual se han planteado tantos y tan complejos dilemas éticos a los profesionales sanitarios. El dilema ético en la limitación del esfuerzo terapéutico ante recursos sanitarios limitados se basa en que la utilización de ellos en un paciente, lleva implícito negarlos a otro, dada su limitación.
Pero también existe dilema ético al definir hacia donde debe ir el dinero de la investigación sanitaria pública: ¿en qué medicamentos se ha de invertir?, ¿se debe investigar en la obesidad y en su tratamiento o por el contrario debemos invertir en salud pública?, ¿invertir en transplantes o en conocer mejor la enfermedad de Alzheimer?, ¿concienciar sobre el electromagnetismo o sobre los accidentes de tráfico?, ¿investigar sobre la hormona que regula el apetito, sobre la infertilidad y la impotencia masculina o sobre otros medicamentos?, ¿Cómo se financiarán los nuevos tratamientos con terapias génicas y como se generará el debate ético sobre sus indicaciones?. ¿Qué tipo de impuestos y quién los soportará para mantener el sistema sanitario público?, etc.
Lamentablemente, la medicina actual que compagina las mayores cotas de eficacia de toda la historia de la humanidad en el tratamiento de las enfermedades y sus consecuencias, vive en un mundo en el que la queja mayor es la deshumanización. La medicina basada solo en hechos científicos resulta vacía si no se incorporan valores, en especial en la asistencia a los mayores, enfermos crónicos y otros colectivos, entendidas las necesidades en términos de calidad de vida, apoyo social y continuidad de la asistencia. Y aquí está una reflexión a los gestores sanitarios: de gestionar organizaciones sanitarias y enfermedades a gestionar necesidades de las personas enfermas.
En breve espacio de tiempo hemos pasado de la gestión sanitaria de la eficacia, a la gestión sanitaria de la eficiencia, como imperativo ético, estando en los albores de la gestión sanitaria de las voluntades, los comportamientos y los valores. Además este es un debate del que no pueden ser ajenas las Universidades y las autoridades sanitarias y sociales. La educación es un hecho y una función social que juega un rol decisivo en la incorporación de valores, saberes y técnicas de una determinada civilización y se identifica, en nuestros días como uno de los fenómenos más rentables desde el punto de vista sanitario y social.
Ante un clásico sistema sanitario y un nuevo modelo social, el abordaje del nuevo marco sanitario ha de ser multidisciplinar y no exclusivamente médico, ni hospitalario. Todos los profesionales de las ciencias de la salud han de tejer una red de servicios que tengan como centro las necesidades de los ciudadanos enfermos y de sus familias.
Virgilio sentenciaba que “la fortuna ayuda a los que se atreven”, pero ¿los Gestores de la Salud estamos preparados para ello? ¿Nos atrevemos a lidiar este cambio e ir más allá de la búsqueda de la eficiencia ? Pues bien, lideremos este cambio que pasa por poner al paciente y su entorno en el centro del amplio sistema sanitario y, a la vez garantizar la aplicación de prácticas adecuadas y eficientes, utilizando las nuevas tecnologías y la comunicación para compartir resultados. No solo será suficiente, en un futuro, ser eficientes o aportar dinero al sistema sanitario, harán falta más sensibilidades y talento social, unidos a la valentía de afrontar cambios, incluidos el del rol y perfil del gestor sanitario en el futuro.
Mariano Guerrero. Director de Planificación y Proyectos de Ribera Salud grupo y Secretario de
domingo, 15 de julio de 2012
EL CONTROL DE LOS SENTIMIENTOS Y EL PENSAMIENTO POSITIVO CLAVE PARA MEJORAR NUESTRA AUTOCONFIANZA. Y NO SOLO ESO...
Vengo a insistir en esta reflexión sobre el grave problema que está ocurriendo en nuestra sociedad donde hemos negativizado una situación económica y social, ya de por sí grave y que afecta al ánimo y autoconfianza de los individuos, la cual sólo puede reforzarse desde el positivismo.
El otro día tuve una interesantísima conversación con un compañero y amigo sobre la importancia de tener interiorizado tus pautas de comportamiento y no dejar que acontecimientos que ocurren diariamente, bien en tu entorno directo o en un más amplio espectro, nos afecte hasta tal punto que cambie nuestra actuación. Un ejemplo concreto de este asunto es cuando alguien se altera en una reunión por lo que otro dice o hace. Llega un punto que esa reacción te hace sentirte mal, porque en esa ocasión te han ganado porque han logrado desestabilizarte. No has controlado tus reacciones. Nuestros sentimientos han sido dominados por los demás y por el entorno.
Es un tema muy interesante el control de los sentimientos y del cual hay mucha y muy interesante lectura. Controlar los sentimientos es tanto como controlar las reacciones que nos producen los diferentes hechos que ocurren en nuestra vida. Cuando ocurre un estímulo los humanos lo procesamos en nuestro cerebro y hacemos una interpretación de él, realizado ese proceso nos produce una reacción.
Recomiendo el libro El alma está en el cerebro” de Eduard Punset, en el cual se explica, entre otras muchas cosas, que en realidad no somos animales racionales, en tanto en cuanto es el hipotálamo, al igual que en el resto de animales, el que primero recibe los estímulos externos, para posteriormente pasar la información al neocortex. Como humanos tenemos que aprender a reaccionar utilizando el neocortex y no dejarnos llevar por el hipotálamo, y eso es un ejercicio de aprendizaje de reacciones que puede durar toda la vida y que empezamos desde que nacemos.
Hasta aquí la primera parte que es como reaccionamos ante los acontecimientos, pero la cosa es aún más compleja, porque una vez que ese estímulo es recibido por nuestro cerebro ha de ser interpretado. Y este es otro campo maravilloso, de gran complejidad e interés. En ese proceso entramos en como interpretamos las cosas, de cómo las percibimos, con toda nuestra subjetividad (Como decía Ortega y Gasset soy subjetivo porque soy sujeto). Y en esa percepción de las cosas, de las personas, de las situaciones, de los acontecimientos, influyen multitud de factores que enlazan con nuestra propia biografía y, por ende, con nuestra personalidad).
Por eso el mismo hecho es percibido por diferente por cada individuo. Y además, para aumentar la complejidad, cada individuo es libre de variar su percepción en función de la información o estímulos recibidos. Es parte del aprendizaje contínuo al que estamos sometidos a lo largo dela vida.
Pues bien, en esa percepción juega un papel fundamental nuestro propio diálogo interior. No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos sobre lo que nos sucede. Porque de toda la información que recibimos nos quedamos con una parte y tendemos a centrarnos más en unas partes que en otras. Vivimos en una sociedad donde nos centramos más en los aspectos negativos de los hechos que en su vertiente positiva. Partiendo de además de “pre-juicios”, estereotipos, y otras barreras para el entendimiento de las cuales reflexionamos ya en este blog.
Nos lleva por tanto a la necesidad de aprender y trabajar la actitud positiva, el pensamiento positivo. De esto también hay mucho escrito y dedicaremos un post a ello, pero recomiendo el libro “El arte de no amargarse la vida”, de Rafael Santandreu.
En el mundo complejo actual, en una situación complicada en todos los aspectos, lo peor que nos puede ocurrir es que nos dominen los aspectos negativos de las cosas, y mucho menos que nos afecten a nuestra actitud, y hagamos un esfuerzo por aprender cada día a tener una actitud positiva y saber apoyarnos en ello. Y además esforzar en dar el valor justo a las cosas y que no nos afecten hasta tal punto que cambien nuestro comportamiento.
Las decisiones de los gobiernos y de las diferentes organizaciones, que cada uno las valore como crea conveniente, pero que sea cada individuo el que se marque su camino y se apoye en sus fortalezas. Es lo que Covey llama la “victoria interior”, en su libro “los siete hábitos de la gente eficiente”
Con todo ello, mejorará nuestra autoconfianza y con ello la confianza a todos los niveles, incluida la confianza como país, que tanta falta nos hace.
Antonio Burgueño Jerez
Patrono Fundación Pro Humanismo y Eficiencia
Director de Desarrollo y Calidad de Ribera Salud
domingo, 8 de julio de 2012
LOS SERVICIOS MÉDICOS DE LAS EMPRESAS ESTÁN INFRAUTILIZADOS: FACTOR CLAVE PARA LA EFICIENCIA Y LA CONFIANZA
Hace años los facultativos eran los primeros que cuando tenían dudas sobre un diagnóstico procedían a consultar a “colegas” sobre los mismos. Esto daba al paciente una seguridad en cuanto a su atención y humanizaba el trato que recibía ya que el sistema generaba seguridad. En la actualidad el paciente ha pasado a desconfiar del sistema y ha comenzado a solicitar segundas y terceras opiniones.
Este hecho que, en principio, parece ser solo motivado por el paciente y en entornos de sanidad privada se está dando en los servicios públicos de Salud (SPS) y, en especial, cuando se circunscribe a las relaciones de Atención Primaria y los servicios médicos de grandes empresas.
Los servicios médicos de las grandes empresas gestionan la salud de cientos de miles de trabajadores que, en su mayor parte, no utilizan los SPS hasta que se jubilan. Estas grandes empresas tienen como uno de sus objetivos prioritarios la salud de sus trabajadores y disponen de medios y financiación suficiente para darles un servicio que, en la mayoría de los casos, es excelente. Dentro de estos servicios se contempla desde los clásicos reconocimientos anuales, generalmente superados con la realización de pruebas para prevención de patologías específicas (Prevención del cáncer de mama, prevención del cáncer de colon y próstata, enfermedades cardiovasculares, etc.), hasta programas de prevención y educación en hábitos y prácticas saludables.
Como se puede observar la historia clínica que se dispone de cada paciente es muy completa y, en muchos casos, con pruebas que se han ido realizando y que, en si mismas, suponen un coste elevado. Toda esta documentación clínica se ha detectado que no es aprovechada adecuadamente por los SPS hecho que, considerando el momento actual, supone un despilfarro de recursos.
A este problema se le añade la falta de coordinación con la sanidad privada que también realiza un alto volumen de actividad y que parte de ella podría ser utilizada por los SPS.
Es conocido que en la actualidad se está trabajando en la estandarización de la historia clínica informatizada, ver EN13606, y que esta estandarización todavía llevará un tiempo aunque es obvio que en este intermedio se pueden ir dando pasos, relativamente fáciles, que supongan un impacto importante en la financiación y el cuidado de la salud de los trabajadores y es en este sentido en el que se articulan las siguientes propuestas:
- Conocimiento real y práctico por parte de los profesionales de los SPS (médicos de atención primaria y otros) de los procesos y productos con los que se trabaja en los servicios médicos empresariales (para evitar falsas percepciones al respecto)
- Coordinación en el diseño, puesta en marcha y resultados de las campañas de promoción de la salud y prevención realizadas por las empresas y con recursos de las empresas (es importante que se considere a los servicios médicos empresariales como un socio que financia y ayuda y no como un intruso que intenta intervenir en un ámbito no laboral, de generar potencial discriminación respecto a la población general, ...).
- Potenciar la actividad asistencial de las estructuras de medicina del trabajo.
- Coordinación con en el SPS en cuanto al seguimiento de las bajas por contingencias comunes
- Vigilancia periódica de la salud postocupacional de personas que han estado expuestas a riesgos: coordinación con el SPS, estandarizar los protocolos de información (a quién informar y como).
- Crear puntos de encuentro e intercambio de información con la Atención Primaria.
- Potenciar la Medicina del Trabajo como “centro de expertise” en patología laboral y recuperar la idea de las áreas de salud laboral en la atención primaria.
Si a estas relaciones incorporásemos la cantidad de pruebas que se hacen en el ámbito del seguro sanitario privado los ahorros generados serían suficientes como para no necesitar más recortes en la Sanidad Pública. Asimismo, esta unidad de servicio sanitario global, además de mejorar la atención y eficiencia, facilitaría, por la liberación de tiempo del personal asistencial un mejor trato y, por lo tanto, una humanización del trato al paciente.
Francisco Álvarez
Patrono de la Fundación pro Humanismo y Eficiencia en la Sanidad
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