Siguiendo con las reflexiones de la doctrina social de la
Iglesia, la misma se pronuncia en el papel que debe tener el Estado en la
organización social. Como no puede ser de otra manera, le atribuye un papel de
protección de los más débiles, a la gran mayoría del cuerpo social. El Papa
Francisco está en esa línea, sin duda. Sin embargo entiende que no toda
solución de la cuestión social deba provenir del Estado, el cual tiene un
carácter instrumental, ya que el individuo, la familia y la sociedad son
anteriores a él.
Existe ciertamente una legítima esfera de autonomía de la
actividad económica donde no debe intervenir el Estado. Al hacerlo quita
responsabilidad a la sociedad, y provoca el aumento exagerado de los aparatos
públicos, dominados por lógicas burocráticas más que por la preocupación de
servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos. Este es uno de los
grandes problemas de la sociedad occidental actual.
Entiende por tanto que al Estado le corresponde determinar
el marco jurídico dentro del cual se desarrollan las relaciones económicas y
salvaguardar así las condiciones fundamentales de una economía libre, que
presupone una cierta igualdad entre las partes.
Por otra parte, la sociedad y el Estado deben asegurar unos
niveles salariales adecuados al mantenimiento del trabajador y de su familia,
incluso con una cierta capacidad de ahorro. Esto requiere esfuerzos para dar a
los trabajadores conocimientos y aptitudes cada vez más amplios, capacitándolos
así para un trabajo más cualificado y productivo; pero requiere también una
asidua vigilancia y las convenientes medidas legislativas para acabar con
fenómenos vergonzosos de explotación sobre todo en perjuicio de los
trabajadores más débiles inmigrados o marginales.
Si bien entiende la Iglesia que hay que evitar que los
mecanismos de mercado sean el único punto de referencia de la vida social, el
Estado debe participar indirectamente según el "principio de subsidiariedad",
creando las condiciones favorables el libre ejercicio de la actividad económica,
encauzada hacia una oferta abundante de oportunidades de trabajo y de fuentes
de riqueza.
Estas iniciativas tratan, en general, de mantener los
mecanismos de libre mercado, asegurando, mediante la estabilidad monetaria y la
seguridad de las relaciones sociales, las condiciones para un crecimiento
económico estable y sano, dentro del cual los hombres, gracias a su trabajo,
puedan construirse un futuro mejor para sí y para sus hijos.
Añade que una cierta abundancia de ofertas de trabajo, un
sólido sistema de seguridad social y de capacitación profesional, la libertad
de asociación y la acción incisiva del sindicato, la previsión social en caso
de desempleo, los instrumentos de participación democrática en la vida social,
dentro de este contexto, deberían preservar el trabajo de la condición de
"mercancía" y garantizar la posibilidad de realizarlo dignamente.
Humanismo puro y duro.. Nos queda mucho trabajo…
Antonio Burgueño Jerez
Patrono Fundación pro Humanismo y Eficiencia en la Sanidad