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viernes, 9 de enero de 2015

¿AGUANTARÁ EL MUTALISMO DE FUNCIONARIOS OTROS 40 AÑOS?... ¿Y CINCO…..?

(publicado en Sanifax 9 de enero 2015)

Nuevo lunes, nuevo mes, nuevo año… todo nuevo. Vamos a ver que nos depara el 2015 lleno de emociones en lo político propias de una montaña rusa… elecciones municipales, autonómicas, generales… Centrándonos en lo sanitario, muchos cambios en la sanidad madrileña y la nacional con nombramientos de nuevos responsables.

Me quiero centrar en esta tribuna en poner el acento en las mutuas de funcionarios, es decir: MUFACE, ISFAS y MUGEJU, las cuales se mantienen en una situación crítica desde hace mucho tiempo. Hemos leído titulares en todo tipo de prensa, no sólo sanitaria, como “Los funcionarios de Muface dejarán de poder ir a los mejores hospitales”, o “CSI-F asegura que Muface está en quiebra técnica, pero Hacienda niega problemas de liquidez o tesorería”, “los funcionarios sufrirán recortes en su cobertura médica a partir de 2015”. Un presupuesto congelado en 2014 y un incremento pequeño incremento presuestario para el 2015 han sido los detonantes. Las compañías aseguradoras, así como varios grupos hospitalarios han tomado la decisión de no prestar ciertos servicios a los funcionarios por tener que fijar unos precios que, según ellos, no les permite mantener el mismo nivel de servicio. En algunos casos como DKV han optado por introducir el copago voluntario con numerosas ventajas para el funcionario.

En los próximos días, y durante el mes de enero, los funcionarios deben decidir si quieren ser atendidos en el sistema público o en el privado, y si es así en que compañía. Hasta ahora, el 80% había optado por el sistema privado, pero tal vez estos anuncios y cambios en la prestación produzcan un vuelco hacia lo público. La pregunta es si el sistema público puede asumir la demanda asistencial añadida que se le generaría. Habrá que estar a la expectativa. Me reservo por ahora mi opinión porque el tema da para otra tribuna y aún más para una tesis.

Desde mi punto de vista este es un buen modelo, basado en una visión integrada de los recursos sanitarios del país, donde se permite al ciudadano elegir libremente prestador, y aplicándose el principio de separación de financiación, aseguramiento y provisión de servicios, donde las Instituciones Públicas son garantes del servicio y ejecutoras de la prestación del mismo, pero no prestadoras.

Es un modelo muy asentado con casi 40 años de existencia (este año que comienza se cumple 39 años del Decreto 843/1976, por el que se aprueba el Reglamento General del Mutualismo Administrativo), y está basado fundamentalmente en un sistema de colaboración público-privada que ha venido funcionando tan bien que la amplia mayoría de los funcionarios has optado por la asistencia privada. Y además lo hace, según algunos estudios realizados, a unos cotes per cápita inferiores entre el 20% y el 30% inferior al gasto sanitario en prestación pública. Asisa cifraba esta diferencia en el entorno del 40%

Pero no parece que estos datos sean suficientes para mimar a un modelo de prestación sanitaria que bien podría estudiarse su aplicación a otros colectivos, sino que se le viene asfixiando vía precio cápita a las aseguradoras, hasta tal punto que la mayoría opta por renunciar a este mercado por ser, ya no poco rentable, sino de alto riesgo.

Otro problema del modelo es que los colectivos cada vez es más reducido y cada vez está más envejecido. Según datos publicado en el mes de diciembre del año que amamos de cerrar, el número de empleados públicos se situó en julio de 2014 era de 2.522.631, 25.000 menos que el año anterior. Aunque es cierto que, como señalan los responsables de Asisa, se incrementan las tasas de reposición en algunos ámbitos como es el caso de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.


En definitiva, pocas compañías que jueguen la partida, reducción del colectivo, envejecimiento e incremento de la morbilidad, estrangulamiento financiero a pesar de lo positivo del ligero incremento de este año, ponen muy complicada la viabilidad de este modelo en el medio plazo. Quizás la puntilla ya se le haya dado este año: el pueblo decide. Veremos que deciden los funcionarios en las próximas semanas, porque aquí la participación ciudadana, tan de moda ahora, mediante decisiones individuales y personales para decir que hacer con el dinero que le corresponde para su sanidad es un ejemplo a seguir. Y hablamos de un colectivo que me cuesta creer que tire “piedras contra su propio tejado”, por lo que estoy seguro que seguirán defendiendo la sanidad pública como hasta ahora.


Antonio Burgueño Jerez

lunes, 1 de diciembre de 2014

HAY QUE POTENCIAR LA INICIATIVA PRIVADA EN LOS SERVICIOS PÚBLICOS: MAS PARTICIPACIÓN CIUDADANA, AHORA TAN DE MODA

(Publicado en Sanifax, 1 de diciembre de 2014)

Otros lunes primero de mes, y esta vez el último de un año donde fundamentalmente ha habido más de lo mismo, con alguna excepción. Por ejemplo, los presupuestos sanitarios el año que viene vienen a incrementarse de manera generalizada. Parece que para eso si ha habido consenso sin necesariamente hablar del asunto, pues el lenguaje común de las elecciones por un lado, y unas cuentas más ordenadas y controladas en general, permiten tomar esa decisión. Sea por lo que sea, es una buena noticia, que deseo no sirva para relajación y no olvidar que hay que seguir dando vueltas en el terreno organizativo y de la planificación de servicios y su gestión para lograr más eficiencias. Hay mucho margen de mejora, siempre lo hay, por muy eficiente que se sea, hay que darle siempre otra vuelta más. Reflexión esta que se basa en el principio de mejora continua huyendo de palabras rimbombantes.
En ese proceso mejora debería haber más participación ciudadana. No puedo estar más de acuerdo con quien así lo manifiestan. Pero la participación a lo que me refiero se centra en el ámbito empresarial, pues no dejan de ser entidades y organizaciones sociales, con un papel fundamental en la sociedad e integradas por personas que forman lo que ahora gustar llamar la ciudadanía. Y la participación que reclamo no es solo en decir “que hay que hacer”, sino en participar más en hacerlo. Es decir, incrementar la colaboración público-privada, o público-sociedad, o público-ciudadana, si se prefiere.
Pero debe hacerse desde un cambio de mentalidad de los entes sociales de carácter productivo llamadas empresas. Hay que pasar de una cultura que desde las mismas se tomen iniciativas para sumarse a ellas, a empujarlas, a liderarlas. No estoy hablando de influir en las decisiones de los gobiernos mediante conversaciones y exposición de ideas, que ya se hace (y eso no es malo en esencia). Hay que pasar a proponer proyectos concretos llevando la iniciativa, cosa esta completamente legal para cierto tipo de proyectos.
El artículo 128.5 del Real Decreto Legislativo 3/2011, de 14 de noviembre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley de Contratos del Sector Público, es muy claro: “Se admitirá la iniciativa privada en la presentación de estudios de viabilidad de eventuales concesiones…” y a partir de ahí describe el procedimiento para proceder a ello. Más adelante aclara además que en justicia deberá reintegrarse el esfuerzo económico de la iniciativa en caso de no ser adjudicatario final, y en caso de aceptación de la iniciativa.
Esta figura que ya se venía reflejando en el texto anterior supone un tremendo avance en tanto en cuanto vehiculiza lo que antes no podía, en principio, hacerse. A título anecdótico, un buen amigo y letrado siempre dice que es lícito colaborar con la Administración pública a título de “buen ciudadano”, figura aplicable en aquellos casos que no se pretende un contrato o contraprestación posterior, cosa que evidentemente no suele ocurrir.

La presentación de estudios de viabilidad por iniciativa privada puede ser una perfecta estrategia comercial, si se me permite la expresión, pues los riesgos asumidos por esta vía, sea o no aceptada finalmente, no son menores que los que se asumen ante las propuestas que se realizan a otras empresas cliente. Es además una extraordinaria estrategia competitiva en tanto en cuanto es difícil de imitar, pues requiere de un profundo conocimiento de la realidad política y de la administración pública, y no pocas veces de encontrar los socios adecuados, además de ser lo suficientemente creativos para desarrollar una idea, conceptualizarla y llevarla a proyecto.

Antonio Burgueño Jerez

lunes, 2 de junio de 2014

UNA REFLEXION SOBRE LA ENCRUZIJADA ACTUAL DE LOS PRESTADORES DE SERVICIOS SANITARIOS PRIVADOS Y SUS RETOS PENDIENTES

(Publicado en Sanifax, lunes de 2 junio 2014)

Otro lunes primero de mes y aparte de la emoción de lo deportivo, entre todas las noticias sectoriales he querido detenerme en hacer una reflexión sobre el informe publicado por la consultora DBK donde se refleja una reducción del concierto sanitario como consecuencia de los ajustes presupuestarios. Y con ella otra serie de noticias al respecto y que el propio Sanifax anunciaba el viernes pasado sobre las tensiones que se vienen produciendo. 

En mi opinión entra dentro de la lógica por el marco socio político que tenemos. Es un síntoma más de que los prestadores de servicios sanitarios privados está en una encrucijada que va a obligar a las empresas del sector a utilizar la imaginación y un trabajo serio para evitar “echar el cierre”. Dicho sea esto en general, porque como se suele decir, “la fiesta va por barrios”. Mi reflexión se basa en la ley principal de la economía: la oferta y la demanda. Me explico.

Por una parte las compañías aseguradoras se ven en la obligación de presionarles vía baremos de pago porque en un error colectivo entraron en una guerra de precios por la lucha del cliente y para intentar atraer clientes usuarios de la sanidad pública, que es de los peores escenarios que le puede ocurrir a un sector económico. Y si hablamos de las mutualidades (ISFAS, MUGEJU, MUFACE), donde los precios y el envejecimiento de la población hacen tambalearse al sistema, el dibujo es más preocupante aún. Todo ello está poniendo en guardia a los prestadores que empiezan a pensar legítimamente en qué hacer para romper la dependencia de su negocio de las aseguradoras, que está siendo un incómodo compañero de viaje. Lo que puede suponer un “efecto boomerang” para las compañías aseguradoras que pueden ver sus interés y su posición en peligro por dichos movimientos. 

Por otra parte, la administración pública, que es proveedor de actividad para la privada mediante conciertos, tiende a disminuir los mismos, pues sus cuentas no le cuadran y se ve obligado a reducir esta partida con el fin de resolver internamente la demanda de servicios. Todo ello asumiendo el riesgo de generar lista de espera, pero la tendencia a la merma general de la población, ayuda a su capacidad de absorberla. Hasta aquí la encrucijada.

En ese marco cada empresa prestadora tiene un reto: luchar por la supervivencia en un mercado donde de seguir este camino previsiblemente “va a haber bajas”, pues puede empezar a sobrar recursos privados, y sólo aquellos que sepan moverse en ese escenario para ganar clientes o tengan la capacidad financiera suficiente para aguantar el tirón podrán sobrevivir.

La supervivencia de cada cual es una cuestión de saber marcar una buena estrategia que permita encontrar un valor añadido al mercado y una diferenciación con suficiente atractivo para lograr un doble objetivo: fidelizar a los clientes que ya se tienen y atraer más. Hay que preguntarse cada uno si debe replantearse el negocio, pero hay que huir de hacerlo desde meras intuiciones que actúan como “boletos de lotería”.

Es fundamental estudiar la población más allá de la mera opinión, y no sólo en términos cuantitativos de morbilidades y patologías, sino en términos de conocimiento del mercado y la competencia. Y hay que hacerlo con un rigor que debe pasar ineludiblemente por la toma de decisiones basada en datos cualitativos y cuantitativos que nos aporten claves para las mismas. Y hacerlo con las herramientas y metodologías enmarcadas en lo que podemos llamar genéricamente “análisis de la realidad social” y que en el mundo empresarial se conoce como “investigación de mercados”. Más concretamente: 

  • Conocer cuál es el perfil, necesidades y demandas de sus usuarios actuales y potenciales. Qué tipo de prestaciones demanda la población y quién y en qué medida las están cubriendo. En qué se diferencian sus usuarios de los de otras compañías o de los usuarios de la sanidad pública.
  • Averiguar que notoriedad tienen entre la población y cuál es su posicionamiento con respecto a empresas de la competencia, ¿qué hace que los prefieran a ellos y no a otros?
  • Detectar, antes de su lanzamiento, la favorabilidad, los pros y contras para la contratación de nuevos servicios o prestaciones y la valoración de campañas publicitarias y de comunicación.
  • Saber si están aplicando estrategias de comunicación adecuadas con mensajes que captan la atención de la ciudadanía. 
  • Medir la satisfacción con los servicios prestados para detectar áreas de mejora y optimizar los recursos.
  • Obtener información de sus trabajadores para abordar procesos de mejora.

Los retos no son malos en esencia pues son oportunidades de mejorar y replantearse lo que se hace y como se hace. Y es una de las ventajas de la competencia. Sólo que hay que asumirlos con rigor.


Antonio Burgueño Jerez