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martes, 12 de marzo de 2013

LA FAMILIA Y LOS AMIGOS NOS ALARGAN LA VIDA. EL CASO ROSETO: HUMANISMO EN ESENCIA



Hace algún tiempo que alguien me habló del caso curioso de un pueblecito cuyos habitantes, sin causa aparente, gozaban de mejor salud que los habitantes de otras poblaciones cercanas. He encontrado la historia perfectamente resumida en el blog http://caminosquenollevanaroma.wordpress.com de Pilar Arastey. Sin duda una historia para la reflexión.

En la década de 1960, antes de inventarse los fármacos contra el colesterol y contra otras afecciones cardíacas, en Estados Unidos había una epidemia de infartos. En una pequeña ciudad de Pennsylvania, Roseto, nadie sufría ninguna enfermedad cardíaca antes de los 75 años. Esto llamó la atención de los doctores Steward Wolf y John Bruhn. Algo pasaba en esa pequeña ciudad que la hacía diferente. Decidieron estudiar las causas y publicarlas en el libro “The Roseto Story“.
La ciudad había sido fundada por inmigrantes italianos procedentes de un pueblo al pie de los Apeninos llamada Roseto Valfortore. Este pueblo era extremadamente humilde, y fue por esa razón por la que a partir de 1882 comenzó una emigración hacia Estados Unidos. Los primeros en llegar fundaron la Roseto americana y poco a poco fueron recibiendo a sus paisanos de Italia. En 1894 ya eran 1200 los que habían dejado casi desierto su pequeño pueblo italiano para poblar el nuevo Roseto americano. Debido a los conflictos étnicos entre las muchas comunidades llegadas a América en esas épocas, cada comunidad (o pueblo) se mantenía casi mono-cultural (irlandés, ingles, polaco, italiano,…), con lo que en Roseto, durante la primera mitad del siglo pasado, no se hablaba más que el dialecto italiano de su zona de origen. Era un micro-mundo autosuficiente y aislado de su entorno.
Se empezó la investigación constatando que:
-Nadie menor de 55 años había muerto de infarto, ni mostraban síntomas de afecciones cardiacas.
-Los mayores de 65 sufrían la mitad de problemas cardiovasculares que la media americana.
-La tasa total de mortalidad era 35% menor que la del resto de América.
-No había suicidios, ni alcoholismo, ni drogadicción, y apenas delincuencia.
En conclusión, en este pueblo… ¡sólo se morían de viejos! ¿Cual era la razón?
¿La dieta?: Inicialmente se creyó que debido a su origen italiano su dieta a base de aceite de oliva era la razón obvia. Pero rápidamente descubrieron que los rosetinos cocinaban con manteca de cerdo, como el resto de los americanos. Además, las pizzas las hacían con masa de pan (en lugar de con corteza delgada como en Italia) y ponían salchichas, pepperoni, salami, jamón y huevos, en lugar de los tradicionales tomates, anchoas y cebollas. En definitiva, que se habían adaptado a una nueva dieta donde el 41% provenía de las grasas. La dieta no era el motivo.
¿El ejercicio?: Los rosetinos ni madrugaban ni hacían ningún ejercicio especial. Fumaban como carreteros y muchos lidiaban con la obesidad. Tampoco por aquí andaba la solución al enigma.
¿La genética?: Se pensó entonces que debía de ser un origen genético. Se estudió a otros rosetinos italianos que emigraron a otros destinos de Estados Unidos, y se comprobó que no disfrutaban de la misma salud que los del Roseto americano. Tampoco la genética lo explicaba.
¿La región?: Se analizó las otras poblaciones próximas para ver si tenía algo que ver con el clima, el agua u otro motivo local. Las otras poblaciones vecinas y algunas muy próximas seguían las medias nacionales. Tampoco la región dio ningún indicio concluyente.
Cuando ya no sabían por dónde seguir analizando, comenzaron a observar la situación de una manera menos científica y más social. Empezaron a ver patrones sociales como que: los rosetinos se visitaban unos a otros continuamente, se paraban a charlar en la calle, organizaban comidas vecinales en los patios de las casas. Observaron que era habitual que tres generaciones de una misma familia vivieran bajo el mismo techo. Contaron hasta veintidós organizaciones vecinales en una comunidad relativamente pequeña.
En definitiva, los rosetinos habían creado una poderosa estructura social de protección capaz de defenderlos de las presiones del mundo exterior. Era sorprendente el igualitarismo de la comunidad, que desalentaba a los ricos a hacer alarde de su éxito y ayudaba a los perdedores a disimular su fracaso. Todos eran conscientes que disponían de una comunidad dispuesta a ayudar si era necesario. En definitiva, no sufrían del estrés social en el que el resto de la sociedad americana estaba sumida.
Esta conclusión puede resultar un tanto obvia y familiar entre “los mediterráneos”, donde una paella en familia, una partida de cartas o unas copas con los amigos, te hacen sentir querido y protegido y te ayudan a poner en perspectiva muchos otros aspectos de la vida. Las sociedades del centro y norte de Europa (y parece que la americana también) conciben la comunidad y la familia desde un prisma algo más lejano e independiente, tendiendo a afrontar la vida de una manera más solitaria, y en caso de ayuda acuden más al psicoanalista o al Prozac.
Podríamos concluir que lo que da la felicidad no es el dinero, sino “los nuestros”: la familia y los amigos, nos alargan la vida.

Antonio Burgueño Jerez
Patrono Fundación Humanismo y Eficiencia en la Sanidad

domingo, 23 de septiembre de 2012

EL HUMANISMO ES UNA FILOSOFÍA ÚTIL: HACIA EL HUMANISTA COTIDIANO


Hoy quisiera hacer extensible a todos un interesante debate que el otro día se repetía y que me invitó a llevarlo hoy a nuestro blog: La utilidad, la oportunidad y necesidad del humanismo en la situación actual.

Llevo muchos años ilusionado con esto del humanismo. El esfuerzo intelectual ha estado siempre centrado en como plasmar en acciones y resultados consecuentes esta filosofía. En otras palabras, hacer una traslación del que hacer al “como hacer”, y finalmente, en lograr que se haga y medirlo. Deformación profesional, sin duda.

En una sociedad donde impera el utilitarismo inmediato de las cosas, no hay mucho hueco para mensajes que pretendan abrir una reflexión. De hecho, cuando tildamos a algo de "filosófico" lo hacemos para desprestigiarlo y, de un plumazo, desplazarlo de nuestro ámbito de interés. Esta afirmación me preocupa, en tanto en cuanto muestra ignorancia sobre la necesidad de orientar nuestra actuación a partir un conjunto de principios y saberes organizados, que es como la Real Academia de la Lengua define "filosofía".


Comparto plenamente la necesidad de que las cosas finalmente nos sean útiles. Lamento no compartir no partir de una reflexión filosófica previa. Y, aunque siempre hay quien muestre interés el asunto humanista, mi deformación profesional, mi obsesión ya, es que el humanismo sea útil.

Uno de los problemas para lograr convencer que el humanismo puede ser útil finalmente es el desgaste del propio concepto. Cada uno entendemos algo diferente, pero en los últimos tiempos se ha simplificado tanto que al final el significado más entendido del humanismo es el trato cordial al paciente y la guinda de los payasos que animen a los niños. Eso está bien, pero si sólo fuera eso, como diría aquel, “para ese viaje no hace falta alforjas”.

Por contra, el humanismo es mucho más profundo, pues hunde sus raíces en los valores humanos, los cuales son la esencia de nuestra forma de pensar y actuar y, por tanto, la clave de toda actuación del ser humano. Son condicionantes personales que, junto a la personalidad, conductas, actitudes y sentimientos y emociones conforman nuestra esencia como personas. Así visto, ¿alguien puede dudar de la "utilidad" del humanismo?

Pero para que la filosofía humanista sea percibida como "útil", debe cumplir dos requisitos más:  Debe estar objetivado y además ser medible. Y si es mejorarle debe ser medible.
La clave para lograr esto me la aportó hace algunos años la lectura del libro  “El médico” de D. Pedro Laín Entralgo. Afirma que el médico que cuenta con la confianza del paciente es en sí mismo terapia, mucho antes de la anamnesis y del diagnóstico. Para lograr dicha confianza requiere para su labor tanto de los conocimientos clínicos como del factor humano. Uno sin el otro  no se sostiene. Sin duda, la compleja realidad actual requiere de otros conocimientos y habilidades a añadir para poder ejercer la profesión, como es entender y saber moverse en lo sentarnos sanitarios actuales. Tema tan amplio que da para más de un debate.
Sin duda, esta afirmación es extensible a cualquier profesional. En este u otro sector.
Por tanto, el humanismo está en la esencia de la persona en cualquiera de sus facetas y roles que desempeñe, y está en la esencia de la propia medicina. Y es una filosofía que se hace útil y mejorable mediante la confianza, la cual la objetiva y la concreta, como hemos comentado en otras ocasiones, aquí y en multitud de ocasiones, allí donde alguien esté dispuesto a reflexionar y debatir sobre ello.


Antonio Burgueño Jerez
Jefe de Desarrollo de Negocio y Calidad Concesiones Ribera Salud
Patrono de la Fundación Pro Humanismo y Eficiencia (http://fundacionhumanizacion.blogspot.com.es/)