Hoy quisiera hacer extensible a todos un interesante debate
que el otro día se repetía y que me invitó a llevarlo hoy a nuestro blog: La
utilidad, la oportunidad y necesidad del humanismo en la situación actual.
Llevo muchos años ilusionado con esto del humanismo. El esfuerzo intelectual ha
estado siempre centrado en como plasmar en acciones y resultados consecuentes
esta filosofía. En otras palabras, hacer una traslación del que hacer al “como
hacer”, y finalmente, en lograr que se haga y medirlo. Deformación profesional,
sin duda.
En una sociedad donde impera el utilitarismo inmediato de las cosas, no hay
mucho hueco para mensajes que pretendan abrir una reflexión. De hecho, cuando
tildamos a algo de "filosófico" lo hacemos para desprestigiarlo y, de
un plumazo, desplazarlo de nuestro ámbito de interés. Esta afirmación me
preocupa, en tanto en cuanto muestra ignorancia sobre la necesidad de orientar
nuestra actuación a partir un conjunto de principios y saberes organizados, que
es como la Real Academia de la Lengua define "filosofía".
Comparto plenamente la necesidad de que las cosas finalmente nos sean útiles.
Lamento no compartir no partir de una reflexión filosófica previa. Y, aunque
siempre hay quien muestre interés el asunto humanista, mi deformación
profesional, mi obsesión ya, es que el humanismo sea útil.
Uno de los problemas para lograr convencer que el humanismo puede ser útil
finalmente es el desgaste del propio concepto. Cada uno entendemos algo
diferente, pero en los últimos tiempos se ha simplificado tanto que al final el
significado más entendido del humanismo es el trato cordial al paciente y la
guinda de los payasos que animen a los niños. Eso está bien, pero si sólo fuera
eso, como diría aquel, “para ese viaje no hace falta alforjas”.
Por contra, el humanismo es mucho más profundo, pues hunde sus raíces en los
valores humanos, los cuales son la esencia de nuestra forma de pensar y actuar
y, por tanto, la clave de toda actuación del ser humano. Son condicionantes
personales que, junto a la personalidad, conductas, actitudes y sentimientos y
emociones conforman nuestra esencia como personas. Así visto, ¿alguien puede
dudar de la "utilidad" del humanismo?
Pero para que la filosofía humanista sea percibida como "útil", debe
cumplir dos requisitos más: Debe estar
objetivado y además ser medible. Y si es mejorarle debe ser medible.
La clave para lograr esto me la aportó hace algunos años la
lectura del libro “El médico” de D.
Pedro Laín Entralgo. Afirma que el médico que cuenta con la confianza del
paciente es en sí mismo terapia, mucho antes de la anamnesis y del diagnóstico.
Para lograr dicha confianza requiere para su labor tanto de los conocimientos
clínicos como del factor humano. Uno sin el otro no se sostiene. Sin duda, la compleja
realidad actual requiere de otros conocimientos y habilidades a añadir para
poder ejercer la profesión, como es entender y saber moverse en lo sentarnos
sanitarios actuales. Tema tan amplio que da para más de un debate.
Sin duda, esta afirmación es extensible a cualquier
profesional. En este u otro sector.
Por tanto, el humanismo está en la esencia de la persona en
cualquiera de sus facetas y roles que desempeñe, y está en la esencia de la
propia medicina. Y es una filosofía que se hace útil y mejorable mediante la
confianza, la cual la objetiva y la concreta, como hemos comentado en otras
ocasiones, aquí y en multitud de ocasiones, allí donde alguien esté dispuesto a
reflexionar y debatir sobre ello.
Antonio
Burgueño Jerez
Jefe de
Desarrollo de Negocio y Calidad Concesiones Ribera Salud