La semana pasada estuvimos reflexionando
sobre las emociones destructivas, un tema muy bien tratado por Daniel Goleman
en un libro que lleva ese nombre. Consecuencia de esas emociones, nos
encontramos a personas que son auténticos torpedos a la línea de flotación de
nuestra estabilidad emocional y a nuestro bienestar: son las que Bernardo Stamateas
denomina Gente Tóxica, concepto que da nombre a su libro, altamente
recomendable por cierto.
En todo grupo humano puede haber
gente que nos intoxican, que nos incomodan, que rompen nuestra estabilidad. Y
pueden estar en nuestro entorno más cercano o no. Son personas que nos generar
dolor y que nos evalúan permanentemente.
El problema no es tanto que estén,
eso no podemos controlarlo ni evitarlo en no pocas ocasiones- El problema es
que les permitimos entrar en nuestra vida e influir en nosotros, Y eso si
podemos, y debemos, evitarlo. Se trata de aprender a cómo hacerlo. Hay que aprender
a detectarlos, conectar con la gente correcta, controlar nuestras emociones.
Debemos caminar hacia la autonomía mental, libres de culpas falsas y ajenas.
Otra de las características de
las personas tóxicas es que potencian nuestras debilidades y minar nuestra
confianza en nosotros mismos. No apoyan lo que hacemos y destrozan nuestras
ilusiones.
Pero ¿por qué ocurre eso? ¿Porqué hay personas que se comportan así? Stamateas afirma que la clave está en nuestras necesidades como humanos (Físicas, emocionales, intelectuales y espirituales). La ausencia de satisfacción de alguna de ellas nos influye en el comportamiento, hasta el punto de ser malos para los demás.
Estas personas nos hacen
descentrarnos de nuestros objetivos, nos reconducen hacia actitudes, miedos y
acciones que nos desenfocan de lo que realmente nos satisface, de nuestros
objetivos personales, legítimos y necesarios. En ese proceso autodestructivo se
encadenan sentimientos de culpa (influidos por otros o por uno mismo) que
frenan nuestro potencial. El sentimiento de culpa es, en definitiva, venganza,
enfado y boicot contra uno mismo. Una espiral
muy peligrosa que lo convierte en una de las emociones más destructivas.
Condiciona, por otra parte, nuestra
percepción de las cosas y las inducirá hacia los demás. Nos volvemos más vulnerables.
Y si la dejamos crecer nos lleva a bloquear nuestras ilusiones y sueños.
No dejemos, pues, que los demás manejen nuestras emociones: mi jefe me pone de los nervios, me has estropeado el día. Etc. Debemos tener más autocontrol.
No dejemos, pues, que los demás manejen nuestras emociones: mi jefe me pone de los nervios, me has estropeado el día. Etc. Debemos tener más autocontrol.
¿Cuáles son esos perfiles? A juicio de Stamateas, los
perfiles tóxicos son:
- El descalificador
- El agresivo verbal, que da para otra reflexión por si
mismo
- El falso
- El chismoso
- El jefe autoritario, caracterizado por ausencia de
confianza, por someter su opinión a la de los demás, soberbia, miedo, se
sienten amenazados.
- El manipulador
- El neurótico
- El orgulloso por exceso de confianza
- El quejoso (el que quiere quejarse siempre encuentra
motivo)
- El psicópata, hay más de los que parece. No se les ve, están
integrados en la sociedad. Se caracterizan por no sentir culpa por el daño
causado, muestra una imagen falsa todo el tiempo, utilizan a las personas, sólo
ansían poder, se ofende por todo, quieren controlar, son resentidos y
amargados, son egocéntricos en demasía, son fríos..
- El envidioso: La envidia le
coloca en un estado de continua insatisfacción y de queja permanente. La
excelencia y el triunfo siempre traen envidia de terceros. Sin duda es un
sentimiento destructivo, si tienes éxito serás perseguido. Despierta la
venganza y el odio. Es una persona que juzga y opina sobre todo. Es un verdugo
social. Lleva a actitudes de destrucción a través de la persecución y la
calumnia. Se enfoca en el éxito del otro, no en sus sacrificios y esfuerzos
para el logro.
- El mediocre: se resigna a ser uno más. Se pliega al conformismo, con miedo a lo desconocido. A este respecto, destaca la cita de Einstein “el mundo que hemos fabricado como resultado del nivel de pensamiento que hemos utilizado hasta ahora crea problemas que no podemos solucionar con el mismo nivel de pensamiento en el que los creamos. La mediocridad es contagiosa. Hemos hecho virtud de la moderación. De ahí nace el exceso de envidia en nuestra sociedad.”
Antonio Burgueño Jerez
Patrono Fundación
Pro Humanismo y Eficiencia en la Sanidad