La doctrina social de la iglesia entra de lleno en la
cuestión de las empresas y su correcto funcionamiento. Vivimos en una sociedad
donde se están pasando por alto, no en aisladas ocasiones, los principios y
valores que deben regir, ya no desde la moral, sino desde la lógica la empresa,
en tanto que organización humana destinada a prestar servicios o producir
bienes para otros. Debe estar concebida desde una visión humanista. Y si
pretende su superveniencia a largo plazo, lo que le diferencia de un
“negociete”, deberá procurar, entre otras cuestiones, ser útil a la sociedad a
la que se debe y que es su razón de ser, generar confianza interna entre sus
profesionales (que son los que la hacen posible) buscando que los mismos se
sientan realizados en todos las facetas, y nunca maximizar el beneficio que , al margen
de cuestiones morales, es una forma de descapitalizar la empresa y obviar oportunidades
en el medio y largo plazo.
La doctrina social de la Iglesia ofrece reflexiones bien
podrían ser una cuestión escrita en un buen libro de management.
En cuanto a los beneficios, Juan Pablo II, en nombre de la Iglesia,
reconoce la justa función de los beneficios, como índice de la buena marcha de
la empresa. Para el Papa, cuando una empresa da beneficios significa que los
factores productivos han sido utilizados adecuadamente y que las
correspondientes necesidades humanas han sido satisfechas debidamente.
Prosigue en su escrito que “sin embargo, los beneficios no
son el único índice de las condiciones de la empresa. Es posible que los
balances económicos sean correctos y que al mismo tiempo los hombres, que constituyen
el patrimonio más valioso de la empresa, sean humillados y ofendidos en su
dignidad. Además de ser moralmente inadmisible, esto no puede menos de tener
reflejos negativos para el futuro, hasta para la eficacia económica de la
empresa”.
Entrando en la supervivencia a largo plazo de la empresa “La
finalidad de la empresa no es simplemente la producción de beneficios, sino la
existencia misma de la empresa como comunidad de hombres que, de diversas
maneras, buscan la satisfacción de sus necesidades fundamentales y constituyen
un grupo particular al servicio de la sociedad entera. Los beneficios son un
elemento regulador de la vida de la empresa, pero no el único; junto con ellos
hay que considerar otros factores humanos y morales que, a largo plazo, son por
lo menos igualmente esenciales para la vida de la empresa”.
En cuanto a la importancia del trabajo para la persona, y el
riesgo de alineación del mismo si se “maximaliza solamente sus frutos y
ganancias y no se preocupa de que el trabajador”, impidiendo que “mediante el
propio trabajo, se realice como hombre, según que aumente su participación en
una auténtica comunidad solidaria, o bien su aislamiento en un complejo de
relaciones de exacerbada competencia y de recíproca exclusión, en la cual es considerado
sólo como un medio y no como un fin”.
“El desarrollo integral de la persona humana en el trabajo
no contradice, sino que favorece más bien la mayor productividad y eficacia del
trabajo mismo, por más que esto puede debilitar centros de poder ya
consolidados. La empresa no puede considerarse únicamente como una
"sociedad de capitales"; es, al mismo tiempo, una "sociedad de
personas", en la que entran a formar parte de manera diversa y con
responsabilidades específicas los que aportan el capital necesario para su
actividad y los que colaboran con su trabajo. Para conseguir estos fines, sigue
siendo necesario todavía un gran movimiento asociativo de los trabajadores,
cuyo objetivo es la liberación y la promoción integral de la persona. La
propiedad se justifica moralmente cuando crea, en los debidos modos y
circunstancias, oportunidades de trabajo y crecimiento humano para todos”.
¡Total nada!. La empresa que trabaje en esta dirección, sin
duda estará marcando la diferencia. ¿Ventaja competitiva estratégica? Sin duda…
Antonio Burgueño Jerez
Patrono Fundación Pro Humanismo y Eficiencia
No hay comentarios:
Publicar un comentario