EL HUMANISMO MEDIANTE LA CONFIANZA, CLAVE PARA EL FUTURO DE LA SANIDAD
Analizando
la prestación del servicio sanitario en su evolución en los últimos años,
podemos concluir que se ha producido un desplazamiento del humanismo sanitario a
favor del factor técnico de la medicina. La medicina humanista se basa en la
relación de confianza que debe existir entre el médico y su paciente, confiando
en su saber clínico y su capacidad humana, ambas importantes en partes iguales.
Actualmente estamos ante una medicina donde el peso recae sobre la tecnología,
los tratamientos farmacológicos y la evidencia científica. Se ha desplazado,
por tanto, la confianza del profesional
a los medios diagnósticos y terapéuticos.
Es
obvio que lejos de producirse una merma en la calidad de los servicios, se ha
realizado un esfuerzo a todos los niveles para incrementar la calidad del
servicio prestado. La calidad de la asistencia sanitaria se ha enfocado y
entendido como una calidad técnica (perfecto), y enfocada al paciente (bien)
para lograr la satisfacción del mismo. Ahí está el error. Hemos abrazado la
satisfacción del paciente como el gran paradigma del servicio sanitario, y,
como su propia definición postula, paralelamente, hemos enseñado a los
pacientes a exigir. Cuestión esta que se suma a
que la tolerancia al dolor y el miedo a perder la salud, ha llegado a un
límite que poco se tarda en acudir a un profesional ante cualquier molestia. Y
hemos puesto el paciente en una posición (subjetiva pero no por ello relevante)
de dominio que condiciona ciertas decisiones. La satisfacción está muy lejos de
medir la calidad humana de la medicina (concepto este relegado al olvido).¿No
deberíamos medir la calidad en términos de confianza percibida? Estoy
convencido de que sí.
Estudiando
el humanismo en la sanidad a lo largo de la historia reciente, una de las
principales conclusiones que se obtienen es que la confianza es el concepto
clave, en tanto en cuanto, el logro y mantenimiento de la misma es la esencia,
la base y el fin de todo acto humano y,
cómo no, de las relaciones humanas. Lograrla y mantenerla es indispensable en
la relación médico-paciente (el médico que cuenta con la confianza de su
paciente es, en si mismo terapia, decía Laín Entralgo), pero no lo es menos
entre el resto de los profesionales que interactúan con los pacientes y
profesionales y de las relaciones entre todos los profesionales.
Es necesario, en estos momentos, trabajar y
gestionar hacia el humanismo en el proceso asistencial, a la par que los
necesarios avances técnicos, desde la
gestión de la confianza del proceso asistencial, que debería conllevar devolver
la misma a los profesionales y, con ello, avanzar en el uso racional y adecuado
de los recursos sanitarios. La confianza es mejorable y, por tanto gestionable y
medible, partiendo de comprender qué es y de que depende lograrla.
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