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domingo, 23 de diciembre de 2012

NUESTRAS CONVICCIONES Y EMOCIONES ANTE LOS CAMBIOS: POSIBLE FOCO DE DESCONFIANZAS




Estas ante una época de cambios profundos. En el mundo en el que vivimos quizás lo único cierto e inamovible es, precisamente, el cambio. Los acontecimientos van más deprisa que nosotros, las personas tardamos más en evolucionar que nuestro entorno, y do nos crea y genera distorsiones y conflictos como personas y, sin duda, como sociedad.

Todo cambia, y esos cambios profundos en no pocas ocasiones se contraponen a nuestras convicciones, a nuestras formas de entender las cosas hoy. Para más confusión intentamos imaginar el futuro y lo hacemos habitualmente sobre nuestras experiencias pasadas. En otras palabras, proyectamos el pasado al futuro.
Pensar en el futuro y enfrentarse a los cambios supone que debemos replantearnos una y otra vez nuestras convicciones y nuestras opiniones de las cosas y las circunstancias. Y eso es difícil desde el momento que desde pequeños nos han enseñado a que hay que tener opiniones firmes y que está mal visto cambiar de criterio.
Como afirma Eduard Punset en su Libro “viaje al poder de la mente”. Los humanos podemos cambiar de opinión, pero odiamos tener que hacerlo. Se considera socialmente una frivolidad el hacerlo, y lo contrario una señal de cordura y lealtad. Estamos ante otro de los paradigmas falsos de esta sociedad.

Sin embargo, nos llenamos la boca en decir que debemos aprender de los errores. Esta es una de las grandes paradojas equivocadas por las que guiamos nuestro comportamiento.

¿Realmente sabemos aprender de nuestros errores? Tengo mis dudas. En primer lugar porque para aprender de ellos primero hay que reconocerlos. Y después aprender.

Para poder aprender es preciso desaprender primero. Es una técnica que los psicólogos utilizan a menudo con fines terapéuticos, pero que rara vez se utiliza con fines cognitivos.

Estamos una sociedad que castiga el error por lo que nuestra tendencia es a ocultarlos. Y además pocas personas realmente se cuestionan sus planteamientos y actos en pos de una mejora personal. Se requiere para ello la suficiente humildad como para ello. Otro valor fundamental para que el aprendizaje ocurra es, sin duda, el respeto y valoración hacia las opiniones y planteamientos de los otros. ¿Cuántas personas conocemos que realmente hagan este ejercicio?

Siguiendo con las interesantes reflexiones que Punset nos plantea, por otra parte, las convicciones propias nos distorsionan la realidad de las cosas. Tendemos a deformarlas o, cuanto menos adaptarlas a lo que queremos entender. Hasta en eso somos subjetivos. Y lo peor de todo es que seguimos nuestra visión como la verdad absoluta.

En definitiva, un cóctel que conlleve que nos cueste tremendamente cambiar de opinión. Se ha comprobado que existen las bases neurológicas del axioma popular según el cual, una vez tomada una decisión es difícil cambiarla.

Experimentos como el de los psicólogos C.Travis y E. Aronson, demuestran que hay zonas activas del neocortex cerebral que, literalmente se bloquean cuando se dan informaciones disonantes con sus convicciones, generando desasosiego y estrés a la persona.

Ignoramos nuestros mecanismos de decisión, no controlamos las emociones, decidimos en función de lo que creemos y no de lo que vemos, nos cuesta cambiar de opinión

Al fin y al cabo se trata de desarrollar las habilidades personales y de interrelación con el fin de incrementar la confianza en nosotros mismos y con los demás.

Antonio Burgueño Jerez
Patrono Fundación Pro Humanismo y Eficiencia en la Sanidad