Tribuna "El primer Lunes", Sanifax, 7 de abril de 2014
Corrían los años 90. En el
92 en España se celebraba con ilusión las Olimpiadas Barcelona, se inauguraba
el AVE Madrid-Sevilla con motivo de la EXPO. Otros hechos históricos
destacables, Cándido Méndez se alzaba como líder de UGT y Luis Roldán se
fugaba. Ya entonces estaba encima de la mesa el debate sobre la necesaria
separación entre financiación, aseguramiento y provisión de servicios en el ámbito
de la sanidad pública, dado los problemas que se venían percibiendo por la
gestión directa.
Ya en el 96 se celebraron
las olimpiadas de Atlanta y en ese mismo año Aznar y el PP triunfaban en las
elecciones generales, fechas en las que Diana y Carlos se separan, se lanza las
Nintendo 64, triunfan las Spice Girls, D. Adolfo Suarez es galardonado con el
Premio Príncipe de Asturias de la Concordia… y el debate sobre nuevas formas de
gestión de la Sanidad Pública sigue en pleno auge.
Llegamos al año 97. Muere
Diana de Gales en trágico accidente y el gran Miguel Induráin se retira del
ciclismo. En ese año España se incorporó ala estructura militar integrada de la
OTAN y se aprueba la Ley de 15/97 que habilita nuevas formas de gestión en el
sistema sanitario público y, de alguna forma, cerraba ese debate.
Año 2014: Desandando el camino andado, surgen múltiples foros para
debatir, en el mejor de los casos, si la sanidad debe ser gestionada
públicamente. Digo en el mejor de los casos, porque no en pocos foros lo que se
hace es afirmarlo sin reparos. SE plantea el asunto de la colaboración pública
o no como algo nuevo. Y se exigen evidencias de que es una buena opción, tal
vez porque no se hayan encontrado evidencias sólidas de que es peor, que fue la
intención inicial.
Según la Real Academia de
la lengua, "una evidencia es una certeza clara y manifiesta de la que no
se puede dudar". Bien, pues en economía y en el resultado de las
decisiones en este ámbito no hay nunca certeza que la misma decisión tomada en diferente
momento o lugar va a producir los mismos resultados, debido a los variopintos y
múltiples factores que determinan el mismo. Por eso, al hacer predicciones
sobre el resultado de una decisión, se consideran una serie de variables y se
ha de añadir la coletilla "céteris páribus", es decir,
"permaneciendo todo lo demás constante".
Aplicando la evidencia, en
el mejor de los casos, se estarían sacando conclusiones con el espejo
retrovisor, sobre hechos pasados, que no valen para tomar decisiones de mejora.
Cuando hablamos de los cambios que necesariamente se han de dar en la sanidad
hay que hacerlos desde la innovación, incluso dentro de la propia colaboración-público
privada; e incluso dentro del marco de la gestión pública. Hay que buscar
soluciones creativas a los problemas complejos que en cada caso y momento se
dan, huyendo de modelizaciones que ayudan pero acaban encorsetando.
Si es cierto que hay que
tener datos para analizar las consecuencias de decisiones pasadas, para
intentar llegar al porqué de las cosas, en qué circunstancias se produjo la
decisión para intentar predecir resultados de futuras decisiones. Pero eso no
es tener evidencias: es tener datos.
Gestionar por evidencias es
huyendo de asumir riesgos (medidos si se quiere) que está en el sueldo de la
dirección. Se contrapone a la innovación y al replanteamiento de las cosas para
la mejora continua y la adaptación a las circunstancias cada vez más
cambiantes. Se contrapone además a la flexibilidad y rapidez de adaptación para
quedarse con la rigidez y la lentitud en la toma de decisiones.
A título de ejemplo, Steve
Jobs, uno de los fundadores de apple, no tenía evidencias cuando estuvo
convencido de que sus inventos revolucionarían el mundo y la forma de vivir, y
que ganaría una fortuna creando una de las compañías más importantes del mundo.
Más cerca tenemos a Juan Roig (Mercadona), que ha reinventado el supermercado y
todo lo que supone, y lo reinventa cada día,. Sin evidencias, pero con el
convencimiento del emprendedor que visualiza en su cabeza lo que está creando:
lo ve funcionando. Tampoco las tuvimos cuando dibujamos la solución a Alzira ni
en las soluciones más o menos innovadoras que venimos potenciando. Insisto en
la importancia de los datos para conocer en profundidad el contexto, la
situación de partida, datos para plantear escenarios futuros, pero nunca puede
haber evidencias.
Un apunte más. Intentar
santificar o demonizar iniciativas en función de experiencias en marcha con
cuestiones tan categóricas como pueden ser las evidencias, intentando meter en
un mismo saco a todos, es cuanto menos temerario e ignorante. Pues la gestión
privada de la sanidad pública se puede llevar a la práctica de muchas maneras,
no siendo interpretada ni aplicada igual por las diferentes compañías que
operan, pues cada una tiene su "librillo". Circunstancia que además
de condicionar el resultado, suponen demasiadas variables como para determinar
evidencias. Diferencias de aplicación como consecuencia de una más que
necesaria flexibilidad para la gestión.
Otra acepción del término
según la RAE es "dejar en evidencia", que no requiriendo de mayores
aclaraciones, me viene "que ni pintado" para mi conclusión final: la
evidencia es un término que se ha puesto encima de la mesa como gran paradigma
de la gestión con el sólo fin de intentar dejar en evidencia la colaboración
público privada, que evidentemente debe ser impulsada en defensa de la sanidad
pública. Pero debe hacerse desde una visión innovadora para adaptarla a cada
momento y lugar, aunque para tomar esa decisión no existan evidencias,
obviamente.
Antonio Burgueño Jerez
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