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lunes, 3 de noviembre de 2014

REFLEXIÓN A PROPÓSITO DE LOS PROTOCOLOS, PROCESOS, ETC Y SU APARENTE CONFRONTACIÓN CON LA INNOVACIÓN

(Tribuna "El primer lunes", Publicada en Sanifax 3 de noviembre de 2014)

Tengo por costumbre escribir en esta tribuna de primer lunes de mes sobre algún tema destacado del mes anterior. Sin duda el tema estrella esta vez ha sido el virus ébola.. Pero para tranquilidad de los lectores de esta tribuna no voy a escribir sobre ello, directamente al menos. 

Durante este mes hemos oído una y otra vez hablar del protocolo. Confieso que jamás había visto tanto interés por el mismo ni entre los propios sanitarios, ni gestores, ni pacientes… es como cuando todo el mundo hablaba de la “prima de riesgo”…

Por un lado me sorprende, por otro me preocupa y por un tercero me congratula. Me sorprende porque siempre ha habido un debate entre si la praxis médica es protocolízable o no, si es ciencia o es arte o un poco de cada cosa. Y me preocupa porque el protocolo se está utilizando, mediáticamente al menos como arma arrojadiza (o defensiva según se mire). Y me congratula que gracias a su diseño y aplicación la gestión de esta crisis esta clarísimamente bien enfocada

El fin de todo protocolo es estandarizar y coordinar la acción de los profesionales, evidentemente. Hace ya un tiempo mantuve una interesante conversación sobre la aparente confrontación entre estandarización, creatividad e innovación, que realidad son compatibles y complementarias. La respuesta, como así expreso mi contertulio, está en la música. 


El argumento está lleno de lógica: No hay muchas actividades del hombre más llena de arte y de orden que la música. La creatividad no es consecuencia de una inspiración divina en ningún caso. Es fruto de un aprendizaje y de un esfuerzo riguroso y metodológico, entre otras cosas. Fruto de ese orden surgen las genialidades, porque, parafraseando a Ramón y Cajal una genialidad es saber poner en valor y sacar a la luz algo que está ahí y nadie supo ver. ¿Alguien puede discutir la genialidad de D. Santiago y su esfuerzo y perseverancia?

Mucho se ha escrito sobre si la práctica de la medicina es ciencia o es arte, y es entiendo que es ambas cosas. Y la ciencia sin método no puede ser considerada como tal. Y el arte es el cómo hacer que requiere, como tocar un instrumentos mucha práctica y un aprendizaje de habilidades que se me antoja infinito. Parafraseando una vez más a Dr. Ramón y Cajal, el que quiera aprender una habilidad que se prepare a años de entrenamiento. Exactamente igual que la música.

Las organizaciones sanitarias hoy en día son complejas (como las orquestas) y si cada uno escribe su partitura y la interpreta a su manera lo único que conseguimos es hacer mucho ruido. ¿Cuánto cuesta cada decibelio de más (es decir, el despilfarro)?

Y es que este es uno de los grandes retos de la sanidad: transformar a las organizaciones para que puedan dar respuesta a las necesidades de salud de la población, haciéndole a cada persona, desde el síndrome o antes de él (Prevención), todo lo que hay que hacerle cuando hay que hacérselo. Es decir, evitando despilfarros. Esa es a mí entender la verdadera calidad.

Esa organización debe estar por tanto centrada en el proceso persona. No digo paciente, pues “cuando alguien va al médico no está enfermo, se siente enfermo” (D.Pedro Lain Entralgo Dixit). Importante reflexión pues determina si el itinerario hay que enfocarlo a la curación, a la prevención o a simplemente escucharle. 

Aunque el proceso de salud a seguir por el paciente es consecuencia directa, entre otras cosas, de la eficiencia de las decisiones clínicas que lo van determinando, su eficiencia viene determinada por la de los diferentes procesos organizativos. El itinerario que cada paciente realiza por el sistema de salud en general, y de cada organización en particular, si se me permite la expresión, no es, en última instancia una decisión de él, sino de los diferentes clínicos que actúan a modo de guías asistenciales.

Sin duda el concepto es fácil de entender pero difícil de aplicar si tenemos en cuenta que supone reinventar la organización sanitaria y sus procesos. Hay que dejar de organizarse entorno a especialidades y hay que hacerlo hablando de problemas concretos: espacios integrados como puede de ser, por ejemplo, el de la diabetes donde se reorganicen los profesionales entorno al fin, y no al revés. Y hacerlo además de manera integrada con lo que se vienen llamando los servicios sociales, como decía en el encuentro Economía y Salud el pasado dia 30 D. Cesar Antón, Director General del IMSERSO en la actualidad. 

Al fin y al cabo, es uno de los grandes retos: gestionar la demanda de manera unificada, y hacerlo desde la visión de la salud, integrando en un lo que se llama social y lo sanitario. Sinceramente cada día veo más difícil donde colocar la línea divisoria. 


La estandarización además aporta rigor metodológico y redunda netamente en la confianza, a todos los niveles: la del propio profesional, la del equipo, la de la organización y la del paciente. Porque el rigor y el orden metodológico es percibido por los pacientes. 

Trabajemos pues en homogeneizar partituras y mejorar el sonido de nuestros conciertos y evitar distorsiones mediante una variabilidad menor de las decisiones que sobre el itinerario del paciente se tomen, lográndose un uso mejor de los medios disponibles. Y concienciémonos todos de la importancia de asegurarnos que estamos tocando sin desafinar, sabiendo lo trascendental del papel de cada uno en la orquesta. 

Antonio Burgueño Jerez

martes, 7 de octubre de 2014

BUENA NOTICIA: ESPAÑA UNO DE LOS PAISES EUROPEOS CON MENOR NUMERO DE CAMAS POR HABITANTE

(Publicado en Sanifax, lunes 6 de octubre 2014)

Primer lunes de mes y ya en unas semanas empezaremos a oír hablar de la navidad. Este mes las noticias han sido un poco más de lo mismo. Destacable sin duda la creación del Registro de Profesionales, así como el anuncio de la Plataforma de Innovación Sanitaria por parte de Ana Mato. Este mes se publicaba en algunos medios que España es uno de los países europeos con menos camas por habitante: 3,1 por mil habitantes frente a una media de 5,2 en la UE. Es una noticia recurrente que año a año se viene produciendo, cada vez que se actualiza el dato.
Al margen que hay que hacer un análisis más profundo, me congratulo por este dato. En primer lugar porque la valoración de una infraestructura sanitaria no debe basarse en el número de camas, si no en la capacidad resolutiva de la misma. Entre otras cosas porque aspectos como la potenciación de la cirugía ambulatoria, la aplicación de técnicas quirúrgicas menos invasivas que reducen las estancias medias, la potenciación de la hospitalización a domicilio, entre otras cuestiones, vienen, por la vía de la eficiencia, a reducir las necesidad de camas.
Es decir, presumimos de uno de los mejores sistemas sanitarios y cuando se publica un dato que así lo corrobora, tendemos a darle la vuelta para negativizarlo bajo el paradigma de que lo que hace la media es lo óptimo.




Aun así hay margen para seguir mejorando. A ver si es posible que los próximos años sigamos más distantes de la media. Aunque como eso depende también de lo que hagan los demás, trabajemos para que nuestro dato siga siendo mejor. Si analizamos los datos que el Ministerio de Sanidad publica en su web, vemos que para resolver la actividad sanitaria (en cuanto a hospitalización se refiere) hay mucho margen para la mejora. Y eso no es malo en esencia: lo malo es el conformismo y no pensar como darle otra vuelta más para seguir mejorando día a día, lo cual es la base de la mejora contínua.




Cierto que hay mucha variabilidad de camas por mil habitantes entre las diferentes Comunidades Autónomas, cuestión esta que nos suscita un debate más profundo que no es objeto de esta tribuna, pero que a modo de reflexión me ha parecido oportuno ponerlo encima de la mesa.


El sistema sanitario requiere de un uso eficiente de los recursos para su sostenibilidad. No podemos permitirnos despilfarros. El presidente de la Fundación Economía y Salud afirmaba este mes que se puede ahorrar un 20% en sanidad por la vía de la eficiencia. No puedo estar más de acuerdo, pues así lo venimos afirmando desde el dibujo del modelo Alzira allá por los años 90.
Se debe hacer, por tanto, un riguroso análisis de las necesidades reales de todo tipo de infraestructuras sanitarias. Ahora que parece que estamos entrando en otro escenario económico vuelven a oírse hablar de la construcción de nuevos hospitales. Es una buena noticia, siempre y cuando sea necesario en una zona determinada o se trate de una sustitución de infraestructuras antiguas e ineficientes. Pero no volvamos a la locura constructora. A título de ejemplo, el Gobierno de Castilla La Mancha ya está licitando el Nuevo Hospital de Toledo (Una necesidad imperiosa pues supone el traslado de un hospital que se quedó obsoleto hace mucho tiempo), en Teruel ya quieren poner la primera piedra del nuevo hospital, etc.
Veinte años atrás, cuando alguno empezábamos en este complejo pero apasionante mundo de la gestión sanitaria, un planificador no se planteaba hacer un hospital para menos de 200.000 habitantes. Hemos vivido que se vienen haciendo para 100.000 o menos. Pero ese es otro debate.

Antonio Burgueño Jerez

  

jueves, 4 de septiembre de 2014

MEJORAR LA SANIDAD EMPEZANDO POR UNO MISMO: APOSTANDO POR EL HUMANISMO COTIDIANO Y LA INTELIGENCIA REFLEXIVA (HUMANISMO “PATA NEGRA”)

(Publicado en Sanifax 4 de septiembre 2014)

Un nuevo mes y nuevo curso. Hay realidades indiscutibles y una de ellas es que el verano acaba con una etapa del año y tras el parón de agosto se inicia un nuevo curso al que el que más y el que menos llega cargado de buenos propósitos y deseos.

En los próximos meses, tiempo tendremos de debatir ampliamente y tal vez profundamente la amalgama de acontecimientos, cuestiones, problemas, retos, etc. que la sanidad tiene encima de la mesa. Pero en esta primera tribuna del curso quiero reflexionar sobre los propósitos y deseos, tal vez porque la misma está escrita en pleno mes de agosto y, por tanto, en pleno parón reflexivo que venimos comentando.

En mi opinión, no estaría de más que tengamos el propósito firme de tratar de ser “más humanistas”. Y no hablo de sentimientos, que también. Es mucho más que eso, porque lo que realmente nos hace humanos es la inteligencia reflexiva, pues el resto de nuestras características son compartidas en esencia por otros animales.

Pero el humanismo debe ser práctico, en un ejercicio personal de pasar de lo filosófico a la práctica diaria que nos convierta en lo que su día denominé “humanistas cotidianos”. Supone, en esencia, una forma de entender y guiar nuestro comportamiento, y debe reflejarse en todo lo que hacemos. Es una cuestión intrínseca a la persona, no ligada a ninguna profesión, no siendo por tanto el humanismo exigible tan sólo al clínico y a su relación con los pacientes. La consecuencia inmediata del mismo es que se genera una confianza en el entorno, empezando por la que una persona tiene en sí mismo, pasando por la confianza en todas las relaciones interpersonales, por la relación de los equipos de trabajo, la de todos los integrantes de la organización y la de todos ellos con los pacientes en particular y la sociedad en general.

Ser un humanista cotidiano es, por tanto, un compromiso de mejora personal basada en buscar ser un poco más grande cada día. Como escribió Stephen R. Covey, “ser grande día a día es la verdadera grandeza, que nace desde la humildad y de la constancia, siendo esto más importante que la riqueza, la fama o el prestigio. Sin duda requiere de mucha confianza interior para lograrlo”.

Es un buen propósito ser nosotros mismos, que es el combustible para generar autoconfianza. No pocas veces la adversidad más grande a la que nos enfrentamos son las barreras que nos creamos dentro de nosotros. "Quien obtiene una victoria sobre otros hombres es fuerte, quien lo hace sobre sí mismo es todopoderoso" escribió Lao Tse. Bajo esa premisa, ¿No debemos preguntarnos si realmente las dificultades son, en el fondo, positivas para nosotros?

Para Stephen R. Covey, la mayoría de los habitantes de este mundo son buenas personas que hacen lo mejor que pueden. No debemos dejar que el ruido de una minoría ahogue el bien que nos rodea. Esta reflexión no es baladí. Lo negativo destaca y centra nuestra atención mucho más que lo positivo, así lo afirma, entre otros, Daniel Khaneman, psicólogo premio Nobel de Economía. Llega a asegurar que nuestro cerebro está preparado, como el de los animales, por un instinto de supervivencia, para detectar con rapidez las amenazas y lo negativo, y con ello poder reaccionar. Es por ello que tendemos a destacar siempre lo negativo de las circunstancias y de las personas. Es aquí donde la inteligencia reflexiva entra en juego para generar el hábito de buscar lo positivo y no dejarnos llevar por el instinto primario de la percepción de la negatividad. Qué es lo más fácil, pues para identificar lo negativo no tenemos que hacer ningún esfuerzo mental. 

Pero todo esto, sencillo de entender, no lo es tanto a la hora de llevarlo a la práctica. Supone una auto exigencia personal importante. No en vano, la mejora y el cambio empieza por uno mismo. "Todo el mundo piensa en cambiar la humanidad, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo". Aporto unos principios que pueden ayudar a tan difícil camino:

o   Actuar con integridad, es decir en coherencia entre palabras y hechos así como cumplir compromisos. Total nada.
o   Perseguir la innovación desde uno mismo: invirtiendo con regularidad en oportunidades de aprendizaje y mejora, lo que pasa por una constante autocrítica del propio trabajo.
o   Respetar a los demás: Ya los Indios Siux tenían claro que dejamos de tratar a los demás con respeto cuando constantemente los juzgamos, o juzgamos mal cada una de sus palabras y acciones. Hay un crítico detrás de cada esquina.
o   Tener empatía para entender a los demás: Requiere una total trasparencia e ir más allá de escuchar las palabras para saber ponerse en el lugar del otro.
o   Tener capacidad de adaptación a las circunstancias cambiantes que cada vez más sufrimos en un momento en que lo único inamovible es el cambio. 
o   Tener magnanimidad en el dominio de las propias emociones. El resentimiento, por ejemplo, en palabras de Malachy Mc Court, “es como tomar veneno y esperar que la otra persona muera”
o   Perseverancia: No pocas veces leemos frases grandilocuentes que nos dicen que luchemos por nuestro sueño. Pero cuidado: Aplíquese aquí también la inteligencia reflexiva para analizar si realmente es alcanzable la meta y el camino elegido viable, porque la frontera entre la persistencia y la obstinación es muy sutil. En cualquier caso hay que hacer caso omiso a los negativitas y mirar siempre hacia adelante.


Un compromiso con uno mismo que por pequeños que sean los logros puede contribuir a la mejora de la salud de esta sociedad y, por extensión, de nuestra sanidad. Feliz septiembre y feliz curso a todos. 

domingo, 20 de julio de 2014

NO DEJES DE IMAGINAR....

Mi buen amigo Carlos:

Leo con interés tu brillante artículo publicado en “Redacción Médica” titulado “Imagino” y me veo en la necesidad de responderte, como síntoma de lo mucho que me ha gustado.
Comparto el contenido, lo que imaginas. Pero sobre todo me ha gustado porque en un mundo pragmático, conformista, donde todo tiene que ser evidenciado y donde frases tan duras como “todo está inventado”, “no vamos a inventar la rueda” (y otras parecidas) pretenden acabar de un plumazo con la ilusión: la ilusión que se lee tras tus palabras y que te llevan a imaginar.
Porque imaginas, amigo Carlos, te levantas todos los días con un motivante mayor que sólo superar las innumerables dificultades que tu trabajo actual conlleva. Prefieres levantar la cabeza y miras más allá, marcándote objetivos más ambiciosos.
Me decía un amigo de la industria farmacéutica, que su padre siempre decía que el emprendedor siempre tiene que visualizar en su cabeza lo que quiere lograr, y  luego dibujar el camino para lograrlo. Debería hacerlo en mi opinión todo aquel que se pone al frente de una Institución. Por eso suele ser incomprendido no en pocas ocasiones, pues el pragmatismo reinante es incompatible con visualizaciones.
Imaginas, como alguien imaginó que llegaría el día que habría un ordenador en cada casa y los popes de la industria, ejecutivos muy bien pagados, pensaron que estaba loco. Si, hablo de Steve Jobs (Apple) y de los ejecutivos de IBM. Mira donde está cada empresa ahora. Imagina, como el que imaginó en su momento que todo el mundo usaría teléfono móvil, o anteriormente que las personas podrían hablar a largas distancias… y así podríamos seguir infinitamente. Porque detrás de cada avance, hay alguien que imagina, que sueña, que se ilusiona, que no se conforma con salvar los problemas diarios. Y cada uno en nuestro día a día podemos dar pasitos, que a veces son grandes pasos, para que lo que imaginamos sea realidad. Hace falta inconformistas que visualicen, que imaginen.
Porque imaginar conlleva inconformismo e inevitablemente crítica a lo establecido. Sé que eso no está bien visto amigo mío en el conjunto de la sociedad, pero vuelve a ser un problema de miopía como lo anterior. Gregorio Marañón, en su libro “la medicina y nuestro tiempo”, escribía textualmente “No conozco otro modo de extirpar un defecto o vicio que declararlo y ponerlo sobre la mesa de disección de la sinceridad”. Era un tremendo crítico de su profesión porque la amaba y su afán era mejorarla día a día y no caer en el cómodo conformismo.
Sirvan estas líneas para animarte a seguir imaginando, y con ello dibujando un futuro bueno para todos, sueños que compartimos, dicho sea de paso. No dejes de imaginar, porque con ello llega la monotonía, la miopía y el “más de lo mismo”.
Antonio Burgueño Jerez

domingo, 13 de julio de 2014

IMAGINAR PARA EVITAR LA MIOPÍA


Me gusta leer y oír las reflexiones de Carlos. Esta me ha gustado porque deja entrever a un visionario, dicho sea en los mejores de los sentidos, porque se cae en una miopía que no nos deja ver más allá que el cortísimo plazo. Este artículo me inspira una reflexión que en los próximos días será una entrada en este blog. Gracias Carlos por hacer extensiva tu colaboración en Redacción Médica a este blog.

Antonio Burgueño Jerez

IMAGINO

Por Carlos Alberto Arenas, gestor sanitario y vocal de Sedisa.

Publicado en Redacción Médica, Miércoles 9 de Julio

Imagino una sociedad donde a los niños desde pequeños se les enseña lo que es sano, que no aprenden que sólo existe el sabor dulce. Donde ya no somos el mayor reservorio de obesidad infantil de Europa sino el menor.Imagino que cuando se hacen adolescentes fumar no es guay, ni te hace interesante, sino más bien te hace parecer tonto. Y que nuestro porcentaje de fumadores es mejor que en Escandinavia.Imagino que en ellos se crea el hábito del ejercicio físico, mucho al aire libre, que les acompaña durante toda la vida.Imagino que cuando alguien se pone enfermo hay un médico con una visión integral e integradora que orquesta el proceso asistencial. Que evita el encarnizamiento terapéutico y tiene en cuenta las preferencias del paciente. Que evita duplicidades, pruebas inútiles, hospitalizaciones innecesarias y efectos adversos por exceso de medicación o interacciones medicamentosas.Imagino un médico que aconseja y evita la enfermedad o el empeoramiento de la misma a través de hábitos y estilos de vida, mejor que con sólo pastillas, y pacientes sensibles y concienciados con sus consejos.Imagino que cuando tratan a un paciente, los distintos especialistas se ponen de acuerdo entre sí para seguir una vía de acción que permita integrar todo el proceso, evitar duplicidades, desplazamientos innecesarios, demoras, infinidad de visitas y revisitas, consejos y tratamientos discrepantes, cuando no enfrentamientos entre los propios profesionales por el paciente.Imagino una atención en la que se aproveche los conocimientos y capacidades de todos los colectivos. En el cual los cuidados sean importantes y sanadores, sobre todo a domicilio y ambulatoriamente, con la enfermería con mayor capacidad de decisión y manejo de recursos en todo el ámbito sociosanitario.Imagino una atención más eficaz contra la cronicidad, en la cual el domicilio y la atención a distancia, el diagnóstico y tratamiento social, y la ayuda de trabajadores sociales y psicólogos, rehabilitadores y fisioterapeutas coordinados con el médico de familia del paciente adquieren gran relevancia.Imagino una sociedad más sana, más social, donde haya menos riesgos de depresión y ansiedad, y que estas se superen más mejorando la capacitación personal que tomado pastillas.Imagino que, llegado el momento de partir, la gente muere en su casa rodeada de los suyos, y de amor, atendidos para no sentir dolor. Donde pueden despedirse del mundo manteniendo la lucidez y la dignidad, sin estar en una cama aislados, inconscientes y con tubos y vías por todo el cuerpo.Imagino que somos responsables todos con el uso de los recursos públicos y solidarios y nos damos cuenta que lo que es de todos es lo que más debemos de cuidar, cómo si fuera propio.Ahora despierto y recuerdo a la señora P........., que toma tantos medicamentos que tienen que dárselos sus hijos porque ella no se aclara, que es tratada por seis especialistas que no se hablan entre ellos. Varios le mandan dietas incompatibles entre sí. Le prescriben una rehabilitación que no mejora su calidad de vida y una intervención quirúrgica protésica con una esperanza de vida de menos de una año. Las interacciones medicamentosas le causan varios problemas y tiene infinidad de pruebas de imagen y analíticas duplicadas o muy frecuentes aunque no aportan valor añadido. Además, cuando se descompensa ingresa en el hospital (en parte porque la famila presiona para ello al creer que estará mejor allí) en vez de intentar un tratamiento en régimen ambulatorio, y una vez ingresada tiene una infección hospitalaria que obliga a alargar su estancia. Posteriormente tras varios reingresos en uno de ellos muere en el Hospital en la UCI inconsciente.Lo que imagino es promoción de la salud, cultura de la salud, integración asistencial, asistencia sociosanitaria, humanización, cuidados integrales, atención primaria, gestión clínica y por procesos, razonable y basada en la seguridad del paciente.Lo que veo se llama cultura de la enfermedad, sedentarismo, malos hábitos, luchas de poder entre colectivos por monopolizar el paciente y su atención, fragmentación de la asistencia y falta de continuidad asistencial. Hipermedicalización y deshumanización, y falta de conciencia sobre el uso de recursos públicos.Pero a pesar de todo veo el impulso, el intento y la lucha de muchos por instaurar ese primer estado que imaginamos ya muchos. Y eso me da esperanza.


lunes, 7 de julio de 2014

GESTION CLINICA: “MODA VINTAGE” Y 21 PREGUNTAS (AL MENOS) AL RESPECTO


Publicado en Sanifax 7 de julio 2014

Otro lunes primero de mes y otra reflexión, pendiente de las vacaciones que pocas o muchas nos iremos tomando todos. Este mes los temas que hemos venido oyendo son recurrentes en general, pero no por ello menos interesantes, a veces, y preocupantes en algunos casos. Por ejemplo: el mantra que la sanidad no es sostenible. Me pregunto si somos conscientes de la gravedad de este asunto, que de tanto oírlo se nos ha hecho ya “familiar”. Hace muchos lustros que esto es así, pero la bonanza económica tapaba de alguna forma el problema.

Este mes hemos podido leer que la sanidad catalana reduce 30% las concertaciones, lo que supone meter más presión a la difícil situación de los proveedores sanitarios empresariales (lo de privados me suena fatal) que ven reducido un poco más su mercado. Esto, unido a otros factores que están reduciendo la demanda, hace peligrar a medio plazo la viabilidad de algunos prestadores. Además leemos que desde el 2004 se ha reducido 62 por ciento la oferta de empleo en medicina, algo que no me atrevo a juzgar si es bueno o malo, pues cabe recordar que la Organización Mundial de la Salud pide a España una mejor planificación de Recursos Humanos sanitarios pues estamos por encima de 90 sanitarios por cada 100.000 habitantes cuando lo normal es estar en torno a 50. Tampoco tengo argumentos para juzgar si esta reducción se ha hecho adecuadamente en todos los casos o no. Paralelamente, se han cerrado 50.000 camas en España y algunos responsables autonómicos se atreven a afirmar que “la cosa está muy negra” desde el punto de vista financiero.

Pero la cosa no queda ahí. Después de varios años de presupuestos sanitarios a la baja, insólito hace unos años, leemos que Europa nos pide un “poco más”, lo que hace prever a juicio de algunas fuentes “nuevos recortes”. Siendo partidario de la necesidad de los ajustes presupuestarios, creo que hay margen para mayores eficiencias en la prestación de los servicios sanitarios públicos. Hay que apostar firmemente por medidas de gestión, con la consecuente reorganización organizativa y funcional, que conllevan adaptación de los recursos que se emplean para dar respuesta a una demanda de servicios determinada. Es tan imprescindible como complicado pensar que esto se pueda hacer en un escenario organizativo tan inflexible como es el marco público.

En esa línea la estrella del momento es la Gestión Clínica, concepto que de tanto usarlo vamos a acabar vaciándolo de contenido. Inventada hace ya unas décadas vuelve al candelero como una medida estructural fundamental para la solución de los problemas. Por cierto, la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos asegura en informe entregado al Ministerio sobre el tema que “La Gestión Clínica, se origina a partir del concepto de Clínical Government, introducido por primera vez en 1998…”, pero a mí no me encaja. Y tengo un argumento sólido: en 1.997 compré de un libro escrito en 1993, con planteamientos de gestión nacidos al menos 20 o 30 años antes, titulado “Gestión clínica. Manual para médicos y enfermeras y personal sanitario”. Como curiosidad, me costó 3.350 pesetas.

Sea cual sea la fecha de su nacimiento, lo cierto es que se ha puesto de moda y dada su antigüedad podemos afirmar sin rubor que se trata de una “moda vintage”, como se dice ahora. Comparto que no en pocas veces hay que mirar para atrás para recuperar lo que se hacía o se planteaba de bueno (léase mis escritos en defensa del necesario humanismo para la eficiencia de la sanidad). También comparto que el impulso de la Gestión Clínica puede suponer una medida de reorganización y ajuste de recursos nada desdeñable. Lo que no puedo compartir y me descoloca es que se saque como una novedosa solución.

De esa reflexión nacen mis primeras preguntas: ¿Por qué se está planteando la cuestión como algo novedoso y que estamos hasta redefiniendo y replanteando? ¿Por qué no se centra el debate inicialmente en revisar con rigor y seriedad lo que ya se ha escrito y practicado en otros sitios con el fin de adaptarlo a nuestras realidades?

Pero confieso que no son mis únicas dudas, y cuanto más leo y escucho menos entiendo. Y en este caso no es porque esté aprendiendo de ello (que falta hace siempre), sino por ausencia de comprensión. Dejo para la reflexión algunas dudas más:

  • ¿Por qué elevar a grado de normativa legislativa una herramienta de gestión? ¿No es meter mayor inflexibilidad a un sistema que necesita de todo lo contrario para sobrevivir?
  • ¿Cómo se puede ligar el concepto gestión clínica a privatización, sólo porque se hable de dotarlas de personalidad jurídica propia? Y si lo fuera, ¿por qué es malo de salida que un equipo se constituya como sociedad para prestar un servicio?
  • En esa línea, ¿Por qué los sindicatos médicos tienen tanto miedo a que el profesional médico trabaje en marcos de mayor independencia profesional?
  • ¿Cómo se va a recompensar y compartir resultados (me molesta el concepto “incentivar”) en un marco inflexible?
  • ¿Cómo aplicar este cambio cultural que se basa en compartir riesgos y resultados cuando el marco estatutario y funcional se basa en una cultura organizativa opuesta a ello?
  • ¿Por qué sólo el profesional médico puede ser el director de la unidad de gestión? ¿Es que las competencias personales de organización y gestión están ligadas a esa profesión? Es más, ¿Están formados los profesionales sanitarios para trabajar y adaptarse a ese nuevo marco organizativo?
  • ¿Si ya existen Unidades de Gestión Clínica, porque es necesaria una norma que puede incluso invalidar las mismas si se no cumplen la misma?
  • ¿Cómo puede plantearse (cómo lo hacen los sindicatos médicos) que sea voluntario por parte del personal entrar o no en el modelo? ¿Es gestionable una organización donde las decisiones de dirección los integrantes de la misma deciden acatarla o no?
  • ¿Es viable en un marco de inflexibilidad plantear una gestión de procesos de pacientes desde su síntoma a su resolución imprescindible para una organización que se orienta a su público? Es decir, ¿es viable equipos multidisciplinares y compuestos por varias especialidades para orientarse realmente al paciente? Y si fuera así… ¿Qué jefe de servicio, especialista médico u otro profesional puede liderar esa unidad organizativa? ¿lo aceptarían los demás voluntariamente?
  • ¿Se está convirtiendo la aplicación de la gestión clínica en una excusa para negociación de condiciones laborales y salarios por parte algunos sindicatos?
  • ¿Están nuestras organizaciones sanitarias públicas preparadas para el cambio cultural que se propone? ¿Se está teniendo en cuenta cómo afrontar el mimo?

Se me antoja que el camino es más que complejo, es como subirse en bicicleta los Lagos de Covadonga después de 170 kms de pedalear y con una bicicleta de paseo. Si la apuesta por la gestión clínica llegase a arrancar, si no resuelve estas y otras cuestiones los riesgos de quedarse en “aguas de borrajas” son muy altos. Lo peor es que se sacará como conclusión que la gestión clínica no funciona, se desechará otros 15 o 20 años, y cuando “apriete el zapato” se volverá a poner de moda. “Moda vintage”, obviamente.

 

Antonio Burgueño Jerez

lunes, 2 de junio de 2014

UNA REFLEXION SOBRE LA ENCRUZIJADA ACTUAL DE LOS PRESTADORES DE SERVICIOS SANITARIOS PRIVADOS Y SUS RETOS PENDIENTES

(Publicado en Sanifax, lunes de 2 junio 2014)

Otro lunes primero de mes y aparte de la emoción de lo deportivo, entre todas las noticias sectoriales he querido detenerme en hacer una reflexión sobre el informe publicado por la consultora DBK donde se refleja una reducción del concierto sanitario como consecuencia de los ajustes presupuestarios. Y con ella otra serie de noticias al respecto y que el propio Sanifax anunciaba el viernes pasado sobre las tensiones que se vienen produciendo. 

En mi opinión entra dentro de la lógica por el marco socio político que tenemos. Es un síntoma más de que los prestadores de servicios sanitarios privados está en una encrucijada que va a obligar a las empresas del sector a utilizar la imaginación y un trabajo serio para evitar “echar el cierre”. Dicho sea esto en general, porque como se suele decir, “la fiesta va por barrios”. Mi reflexión se basa en la ley principal de la economía: la oferta y la demanda. Me explico.

Por una parte las compañías aseguradoras se ven en la obligación de presionarles vía baremos de pago porque en un error colectivo entraron en una guerra de precios por la lucha del cliente y para intentar atraer clientes usuarios de la sanidad pública, que es de los peores escenarios que le puede ocurrir a un sector económico. Y si hablamos de las mutualidades (ISFAS, MUGEJU, MUFACE), donde los precios y el envejecimiento de la población hacen tambalearse al sistema, el dibujo es más preocupante aún. Todo ello está poniendo en guardia a los prestadores que empiezan a pensar legítimamente en qué hacer para romper la dependencia de su negocio de las aseguradoras, que está siendo un incómodo compañero de viaje. Lo que puede suponer un “efecto boomerang” para las compañías aseguradoras que pueden ver sus interés y su posición en peligro por dichos movimientos. 

Por otra parte, la administración pública, que es proveedor de actividad para la privada mediante conciertos, tiende a disminuir los mismos, pues sus cuentas no le cuadran y se ve obligado a reducir esta partida con el fin de resolver internamente la demanda de servicios. Todo ello asumiendo el riesgo de generar lista de espera, pero la tendencia a la merma general de la población, ayuda a su capacidad de absorberla. Hasta aquí la encrucijada.

En ese marco cada empresa prestadora tiene un reto: luchar por la supervivencia en un mercado donde de seguir este camino previsiblemente “va a haber bajas”, pues puede empezar a sobrar recursos privados, y sólo aquellos que sepan moverse en ese escenario para ganar clientes o tengan la capacidad financiera suficiente para aguantar el tirón podrán sobrevivir.

La supervivencia de cada cual es una cuestión de saber marcar una buena estrategia que permita encontrar un valor añadido al mercado y una diferenciación con suficiente atractivo para lograr un doble objetivo: fidelizar a los clientes que ya se tienen y atraer más. Hay que preguntarse cada uno si debe replantearse el negocio, pero hay que huir de hacerlo desde meras intuiciones que actúan como “boletos de lotería”.

Es fundamental estudiar la población más allá de la mera opinión, y no sólo en términos cuantitativos de morbilidades y patologías, sino en términos de conocimiento del mercado y la competencia. Y hay que hacerlo con un rigor que debe pasar ineludiblemente por la toma de decisiones basada en datos cualitativos y cuantitativos que nos aporten claves para las mismas. Y hacerlo con las herramientas y metodologías enmarcadas en lo que podemos llamar genéricamente “análisis de la realidad social” y que en el mundo empresarial se conoce como “investigación de mercados”. Más concretamente: 

  • Conocer cuál es el perfil, necesidades y demandas de sus usuarios actuales y potenciales. Qué tipo de prestaciones demanda la población y quién y en qué medida las están cubriendo. En qué se diferencian sus usuarios de los de otras compañías o de los usuarios de la sanidad pública.
  • Averiguar que notoriedad tienen entre la población y cuál es su posicionamiento con respecto a empresas de la competencia, ¿qué hace que los prefieran a ellos y no a otros?
  • Detectar, antes de su lanzamiento, la favorabilidad, los pros y contras para la contratación de nuevos servicios o prestaciones y la valoración de campañas publicitarias y de comunicación.
  • Saber si están aplicando estrategias de comunicación adecuadas con mensajes que captan la atención de la ciudadanía. 
  • Medir la satisfacción con los servicios prestados para detectar áreas de mejora y optimizar los recursos.
  • Obtener información de sus trabajadores para abordar procesos de mejora.

Los retos no son malos en esencia pues son oportunidades de mejorar y replantearse lo que se hace y como se hace. Y es una de las ventajas de la competencia. Sólo que hay que asumirlos con rigor.


Antonio Burgueño Jerez